Se sabe que la garantía de la protección de la megadiversidad en la amplia región que representan Mesoamérica y la Amazonia está relacionada y conectada directamente. Ambas son estratégicas en el plano global también. Por ello, cualquier esfuerzo común se reconoce, como la propia realización y resultados recientes del proceso para la cumbre amazónica que recién se celebró en América del Sur.
El futuro de ambos hábitats depende de voluntades políticas, sociales y de gobierno que en este mes, en parte, serán definidas por los resultados electorales en Guatemala, en el caso de América Central, mientras que del resultado de las elecciones en Ecuador y la solución a la crisis peruana existan garantías de que las consecuencias de los problemas políticos no afectan la sustentabilidad futura regional.
El desarrollo y la protección de la naturaleza y de las comunidades que ahí tienen su principal espacio de hábitat regional están relacionados también con la capacidad de las gobernanzas para asegurar futuros sustentables, de la capacidad de comunicación, solidaridad, estabilidad en las relaciones políticas, participación y relaciones intercomunitarias más allá de las fronteras políticas de cada país.
El 7 y 8 de agosto de este mes se realizó la IV Cumbre Presidencial de la Amazonia en Brasil. Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela conversaron sobre cómo proteger y cuidar el territorio común como países amazónicos en Belém Do Pará, en un espacio privilegiado para los sectores afectados especialmente por el deterioro ambiental, o por las políticas públicas que se adopten con respecto a ese territorio.
La Cumbre en Belém do Pará reunió a los representantes políticos de alto nivel de la OTCA, para hablar de integración estratégica del territorio común para la protección de la Amazonía con éxito. Establecieron un plan de trabajo que estará determinado por las condiciones país, también de la capacidad de quien esté en el gobierno para trascender sobre las diferencias para conservar la mega diversidad.
Por la parte Mesoamericana, es importante destacar que la región había perdido 25% de sus bosques desde 1960, según reportó en 2018 la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), por lo que respecta a México, América Central y República Dominicana. Flora, fauna como el jaguar o el tapir, agua, suelos fértiles y hábitats humanos están en riesgo por la degradación ambiental.
En ambas regiones latinoamericanas y caribeñas, la tala, las presiones por pérdida y degradación de hábitats derivados del impacto de los cambios poblacionales y la actividad humana impactan de formas que necesitan nuevas políticas y coordinaciones en cada espacio megadiverso, pero también la comunicación entre los dos para asegurar su sustentabilidad y previsión de impactos negativos de uno sobre el otro, algo que se percibe como algo de gran preocupación regional.
POR GUADALUPE GONZÁLEZ CHÁVEZ
@GuadalupeGonzCh
Catedrática universitaria
MAAZ