El INE va al precipicio, de la mano de los consejeros que lo integran, y sus absurdas decisiones.
La autoridad electoral ha sido omisa ante la violación electoral en la que incurren los partidos políticos, que han adelantado sus procesos de campaña. Nadie duda que tanto la 4T como el Frente están abiertamente buscando candidato presidencial, pese a que el reloj electoral lo prohíbe. Están haciendo trampa. Pero ante esa realidad, el INE es un adorno.
Los candidatos dicen que no lo son; los partidos organizan procesos electorales, aunque lo niegan; y el Instituto mira hacia otro lado para no incomodarlos. Todos simulan. En su tablero, la trampa está permitida, y hasta es premiada. Pero cuando se trata de los ciudadanos, se ensañan: rebasan atribuciones, los buscan amedrentar y silenciar. Han abierto un peligroso espacio de abuso, censura y control para millones de mexicanos.
A los consejeros del INE no les importa aplicar la ley electoral a sus jefes, los partidos. Los consejeros, que le deben su cargo a ellos que los pusieron donde están, no se atreven a detener el proselitismo, ni a poner un alto al dispendio de recursos, que implica la organización de cientos de mítines de campaña, la colocación de miles de anuncios espectaculares o la pinta de decenas de miles de bardas. En cambio, utilizan recursos públicos para acallar ciudadanos, silenciar opiniones y atacar la libertad de expresión.
El pasado viernes, el INE rebasó un delicado límite: "ordenó" –así, tal cual- a un ciudadano sin partido, que no es funcionario público y no cobra en gobierno alguno, borrar contenidos de sus redes sociales. Absurdo. Y muy delicado.
El Instituto resolvió lo anterior, tras una queja de la senadora y secretaria general de Morena, Citlalli Hernández, quien acusa violencia política en su contra por parte del presidente de Grupo Salinas, Ricardo Salinas Pliego.
Se podrá o no coincidir con lo que Ricardo le escribe a la senadora, el tono y la forma, pero tiene derecho a hacerlo. La senadora vive del dinero público, está sujeta a la crítica y escrutinio. Puede aceptar la crítica y dejarla pasar, o responder, como lo hace. Lo que no puede es pretender silenciar una voz. Mucho menos puede el INE sumarse a una campaña para “ordenar” borrar decenas de tuits que considera “ofensivos”, en una red social, a quien no es un actor político, ni ejerce un cargo público, ni está en la búsqueda de uno. ¿Cómo lo sancionarán? ¿Inhabilitándolo para ocupar un cargo, lo que no le interesa? ¿Multando a su partido, que no tiene? Si el INE va a meterse a revisar y censurar lo que cada quién escribe en redes, no acabará nunca. Es una tontería mayúscula.
El precedente es tan peligroso, que se podría acallar a cualquiera por un comentario u opinión. ¿Qué tiene que hacer el INE borrando publicaciones de una persona en una red social? Hoy es Salinas Pliego, mañana podría ser usted que está leyendo esto, por el motivo que sea.
El INE olvida para quién trabaja y para qué existe. Su papel no es censurar ciudadanos, ni acallar opiniones. Sus atribuciones están muy claras y sus facultades están escritas en la ley, aunque de poco les importe. Si no quieren aplicarla, o no pueden, entonces tendrían que hacerse a un lado, porque el proceso electoral aún no comienza y ya han demostrado que están rebasados.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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