El 28 de junio de 1997 se encontraron en una fosa común en Vallegrande, Bolivia, los restos del famoso comandante Che Guevara. El hallazgo se produjo un día después de que el gobierno boliviano diera a los cubanos 48 horas de plazo para terminar las pesquisas porque estaban hartos de los buscadores de tesoros del dictador, quien al parecer estaba urgido por obtener algo que le diera un buen pretexto para armar un desfile cívico y una gran fiesta con propósito.
Al pueblo le rociaron este evento como humo en la cara para que se olvidara un poco del hambre y las carencias, además de recordarle lo grandiosa que había sido la Revolución que, para entonces, ya los había defraudado.
Total, que dieron con la osamenta del Che y de otros caudillos de la patria caribeña. A la suya le faltaba el premolar izquierdo, tenía adherida parte de la chaqueta verde olivo con la que había sido asesinado y a su lado había un pedazo de su cinturón, todo ello prueba casi contundente de que al fin habían encontrado a su amado prócer. Sin embargo, la prueba positiva de ADN confirmó las certezas de los expertos.
En la exploración de casi dos años participaron geólogos, biólogos, geofísicos, historiadores y otros especialistas entusiastas de la causa. Muchos de ellos siguen recordando la hazaña como si hubieran sido parte de la epopeya cubana que había comenzado con la salida del Granma del puerto de Veracruz en México. Con este hecho, el gobierno cubano había recuperado al fin a uno de sus más valiosos trofeos y no tardó en pasearlo por todo el pueblo.
La llegada de los féretros al aeropuerto militar de San Antonio de los Baños fue un evento memorable para toda una generación de cubanos, igual que el traslado al mausoleo de la ciudad de Santa Clara, en la zona central de Cuba, donde el Che había librado una de sus más famosas batallas. La procesión estuvo llena de feligreses que acompañaron con sus rezos y sus llantos al glorioso mártir cubano - argentino que tantas canciones gloriosas había inspirado. Silvio Rodríguez entre otros compositores tan ilustres como traidores, no repararon en frases ocurrentes y melosas para ensalzar las virtudes de un asesino tiránico, cuyas barbaridades habían sido descafeinadas en nombre de un bien mayor.
Sin embargo, su ascensión meteórica al pantheon castrista no hubiera sido tan efectiva sin una imagen que lo pudiera representar a manera de icono ruso. Por suerte para todos ellos, el 5 de marzo de 1960 el fotógrafo cubano Alberto Días, alias Korda, capturó la imagen que lo convertiría en leyenda. Era perfecta. Korda bautizó a la fotografía como “Guerrillero heróico”.
En el instante en que su gesto fue congelado para la posteridad, el Che estaba observando el cortejo fúnebre de los caídos en el atentado que la CIA había perpetrado en contra del buque francés “La Coubre”, cuando transportaba armas y municiones.
Korda también se hizo inmortal gracias a la foto, pero a él la Revolución no le hizo justicia porque nunca pudo gozar de los frutos que su obra generó para muchos otros, para casi todos menos él.
La explotación comercial de la imagen de Korda ha generado millones de dólares hasta nuestros días, así como la imagen del Che, un ser realmente despreciable y sin alma, que gracias al poder de la imagen ha logrado posicionarse como pocos en el corazón de muchos ciudadanos del mundo a los que, sin duda alguna, hubiera asesinado por su homosexualidad o por haber expresado su humilde opinión.
POR JULEN LADRÓN DE GUEVARA
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