LA MANIGUA

Ella va

Las conocemos, pero no las sabemos, las nombramos pocos, las pensamos en otra dimensión

OPINIÓN

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María Cecilia Ghersi / La Manigua / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

“Va tratando de lograr lo que ha soñado, aprovecha la experiencia de la vida, va olvidando sufrimientos del pasado, la calumnia y la mentira la castigan” Hector Lavoe

A ellas se les han dedicado canciones que tenemos que descifrar, les han escrito innumerables novelas, los guiones más estridentes e inolvidables del cine llevan sus nombres, la poesía les ha hecho justicia, es la que ha narrado con más precisión sus sentires más hondos, el arte, de alguna forma les ha hecho la justicia que las leyes “del buen vivir” no han querido. Han sido tomadas, argumentadas, transformadas de todas las formas en el imaginario colectivo, les han llamado Diosas y castigo, sanadoras del alma, refugio de la piel, razón de vida, y se les ha tratado de institucionalizar más allá de las costumbres ancestrales, dándoles un nombre que refleje su existencia en las estadísticas y los escuetos análisis de alguna sección en los índices de atención a la salud de alguna que otra organización social o algún municipio. Las conocemos, pero no las sabemos, las nombramos pocos, las pensamos en otra dimensión.

Se les ha negado mil millones de veces al amanecer y quienes más las “aman” más las niegan, los que les ahorcan la cuenta a pagar por concepto de algún intercambio, los que les dejan el cuerpo cansado, los que las citan a razón de una emergencia impostergable, los que las estampan contra el piso, los que les exigen un cuerpo perfecto que no habitan en ningún otro lugar, música en el lecho de los deseos inconfesables, esos son los que más las niegan. Ellos, han conciliado con la iglesia y el Estado un lenguaje conveniente que las deje en el último nivel de la pirámide de esa felicidad acordada en un pago por evento.  No salen en la foto, no se les reconoce, no se les confieren derechos con los que puedan contar más allá de las transacciones muchas veces operadas por terceros.

Ellas van, caminan, disimulan, continúan, administran sus pagos, cuando bien les va, dan vida a las paredes, perfuman las sábanas, riegan las plantas que nadie atendió, son sombra y luz, se esconden, cambian de atuendo por dentro según el perfil del necesitado, son penadas por los grupos más radicales de alguna vanguardia y otra, y muchas veces obtienen el desprecio de las que abandonaron la misma batalla.  Solapan las contradicciones más amargas, se acuerpan cada mañana, indultan sus penas, no tienen tiempo de tenerlas, algunas bailan al son que les toquen, aunque lo que quieran sea escapar y correr. Minimizadas y lastimadas hasta lo último, cuidan los hijos de otras, guisan para los que fundaron otras mesas y participan en guerras donde no tienen bando, cambian de nombre para guardar el secreto, son la Gloria y lo tienen bien merecido, aunque nada de eso les cambie la historia. Delante de la gente que no respiren, que no llamen a sus “protectores” invisibles,  ese cuchillo que las opaca y las defiende del mundo a la vez. Ellas son las putas, como les llaman en las calles, como hoy muchas prefieren ser nombradas, las trabajadoras sexuales, sembradas en un mundo plagado de estigmas, de símbolos de placer milenario incinerado por las normas, por el amor del solitario, desde la vergüenza de los más atrevidos, los cabales y los cobardes. Fuego y alivio, salud para los otros, minutos de sociego en los clavos luminosos de ese cielo que les tapa de lo impensable a todos.

El 2 de junio se conmemora el dia de las trabajadoras sexuales, que recuerda la profunda discriminación que padecen a lo largo de sus vidas y de sus condiciones de trabajo. A pesar de que este día se usa para legitimar sus derechos desde 1975, no debemos olvidarlas en el coro de una canción, en la repetición de alguna escena que nos aleccione en el cine. Perderlas de vista otra vez, cada vez, en alguna estrofa de metáforas que aún les criminaliza y margina, es condenarles a la falta de acceso a la información que les impide conocer los beneficios de seguridad social que tienen otros trabajadores. Hoy conozco y leo a muchas que adoran su oficio y han podido transformarlo en un tema del que hablar abiertamente y por el que luchan. Son las menos, las que han podido formarse de alguna manera lejos de los prejuicios y se levantan todos los días insurgentes y revolucionarias, pero hace falta nuestro abrazo para todas.

Al terminar de escribir este pequeño texto y checar si me hacía sentido, entendí que mi intención sobre reconocer la vida de las trabajadoras sexuales y abrazarles desde mis letras puede ser un guiño justo cercano a las fechas de su día, pero algunos párrafos percibí que podría haber relatado lo mismo para muchísimas mujeres del mundo, salvando las enormes distancias que separan unas situaciones de otras. No olvidemos abrir los ojos y mirarlas con las palabras que merecen. Les debemos mucho.

POR MARÍA CECILIA GHERSI PICÓN. 
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