El presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que busca un tercer mandato estos días, multiplica las declaraciones llamativas para seducir a los votantes turcos: declarar logros en la industria militar, posicionarse como un actor fundamental en la lucha contra el terrorismo, insultar a la comunidad LGBT y minorías étnicas, prometer la independencia energética de Turquía, y resolver la cuestión del regreso de los 3.6 millones de refugiados sirios.
Este último tema –una de las principales preocupaciones del electorado turco en el contexto de la crisis económica– convoca a pensar en lo que será la suerte de esos sirios ahora que se ha confirmado el regreso de la Siria de Bashar al-Asad al seno de la Liga Árabe, y mientras Washington negocia en secreto con el régimen de Asad en Omán.
En noviembre de 2011, 18 de los 22 miembros de la Liga habían expulsado a Siria del organismo. Si se piensa que en 2013 la oposición pudo tomar el asiento de Siria en una cumbre de la Liga en Doha, la reconciliación este lunes de los vecinos con el régimen de Bashar al-Asad es a todas luces un éxito para Damasco, que probablemente se coronará con el acercamiento formal de la Turquía del presidente Erdogan.
Turquía tenía una política de puertas abiertas con Siria; era una continuación de un acuerdo bilateral de libre comercio y circulación de visas (2007) y se inscribía, además, en los lazos históricos y familiares entre ambos lados de la frontera, particularmente las ciudades de Antakya, Gaziantep y Alepo.
Pero esa política terminó desde hace por lo menos dos años: los trámites se han complejizado y se ha reducido arbitrariamente la duración de los permisos de residencia.
El año 2022 estuvo marcado por una ola sin precedentes de detenciones y deportaciones arbitrarias e ilegales a Siria. Los sirios en suelo turco también se han visto obligados a firmar los documentos de "retorno voluntario".
Esto parece anunciar el regreso de más de un millón y medio de sirios al norte de Siria, prometido por el partido del mandatario Erdogan.
Éste, sin embargo, dio la bienvenida a millones de sirios buscando refugio entre 2011 y 2015, pues se oponía a Asad y aspiraba a influir en la transición en ese país.
La solidaridad con los sirios dio paso a una cruel instrumentalización de los partidos políticos en Turquía en la carrera electoral; casi simultáneamente, la Liga Árabe aceleró el paso para normalizar sus relaciones con Asad.
Ambas noticias confirman que Bashar al-Asad agravó suficientemente la percepción, entre los gobiernos vecinos y otros, de que Siria puede ser la fuente de sus peores dolores de cabeza, y lo han vuelto a considerar un interlocutor absolutamente normal.
POR MARTA TAWIL
IINVESTIGADORA DE EL COLMEX
PAL