En el secuestro y en la muerte somos diferentes. El despliegue que se realizó para dar con los cuatro estadounidenses secuestrados no ha ocurrido con cientos de miles de ciudadanos mexicanos. A los miles de desaparecidos en México, pocos los buscan. Tal vez —lo sospechábamos, pero no lo sabíamos— en este país hay que ser estadounidense para valer algo.
Aunque eso sí, en medio de la tragedia, no faltó el “listo” que decidió compartir como suyo en Twitter el cintillo de una nota: “sabían del riesgo… y lo tomaron”. Lo bueno es que se trató de un apologista del régimen obradorista y trató de “cuidar” a la 4T…
Matamoros vivió una balacera más el viernes pasado. Fue el FBI quien emitió la alerta por la desaparición de cuatro ciudadanos estadounidenses e inmediatamente las autoridades mexicanas empezaron a investigar. Una mujer mexicana fue asesinada durante el altercado. El gobierno de la entidad no ha dado informes puntuales respecto de ella (¿ven cómo sí hay diferencias?).
Nos podemos congratular de la rapidez con la que se movieron las autoridades mexicanas para encontrar a los extranjeros desaparecidos; por supuesto, ello ensombrecido por la tristeza de que dos fueron hallados sin vida. Pero la parte que decepciona sí es más pugnante que en otras ocasiones: para los estadounidenses hubo respuesta pronta y expedita, mientras que para escuchar a los familiares de los más de 110 mil mexicanos desaparecidos (12 mil de ellos en Tamaulipas)— ya no se diga los 130 mil asesinados en lo que va de este sexenio— no hay ni un minuto. Tampoco para los familiares de víctimas, como bien lo saben Javier Sicilia y Adrián Lebaron, entre muchos otros. O sea que ni siquiera una relación de 130 mil a dos…
Pero esta tragedia demostró que para el gobierno mexicano —mismo con el terrible desenlace— hay mexicanos de primera, de segunda, de tercera y aquellos que, por no ser mexicanos — dependiendo de su nacionalidad— reciben mejor trato que nosotros. Casos sobran.
Empezando por los grupos de madres buscadoras, a las cuales se les atiende mal, de malas, tarde y poco. De hecho, los apoyos que reciben no son por parte del gobierno federal, sino de los gobiernos estatales. En este caso, en cambio, entre que el embajador de EEUU, Ken Salazar, visitó Palacio a que encontraron a los estadounidenses pasaron menos de 24 horas. Para el caso de las madres buscadoras el suplicio se mide en años (si tienen “suerte” en meses).
Y no sucede sólo cuando las mujeres son víctimas (aunque el promedio de tiempo para encontrar “la justicia” suele ser mucho mayor en ese caso). También con los varones. Mención especial merecen los dos marinos desaparecidos hace un año, Victoriano Rodríguez Zurita y Óscar González Andrade, quienes cuidaban al senador José Narro Céspedes; la investigación no ha avanzado ni un milímetro. “Es que está en manos de la Fiscalía General de la República”, se oye decir, como si eso fuera justificante.
Total, que si eso ocurre con miembros de las Fuerzas Armadas, no queremos imaginarnos cómo es con el resto de los ciudadanos. Ojalá todos los que somos o hemos sido víctimas de la violencia, fuésemos cobijados por el Estado Mexicano; ojalá nuestra procuración de justicia nos apoyara de forma rauda y expedita, igual a como el gobierno federal apoyó a los estadounidenses.
¿Cuántos más murieron el viernes? Y en el fondo no importa si los agresores eran del Cártel del Golfo, si las víctimas vinieron a comprar medicinas, a una intervención quirúrgica, si eran criminales, o si los confundieron con otros delincuentes o con haitianos. No hay una razón para la matanza diaria en que se ha convertido nuestro país.
No hay razón para el desparpajo del gobernador de Tamaulipas, Américo Villarreal, quien al rendirle su INFORME al Presidente López Obrador (nótese que el esquema federativo no importa), ni siquiera dijo que lamentaba lo sucedido. “Señor, siguiendo sus instrucciones y el trabajo conjunto, no hemos dejado desde el día viernes de estar atentos a este problema…”.
No hay razón para que el presidente López Obrador hable del gobierno norteamericano en los siguientes términos: “candil de la calle, obscuridad de su casa”. No hay razón para que se justifiquen estos hechos diciendo: “en Estados Unidos también matan mexicanos y los medios no hacen escándalo”. ¿O será que le parece tan poca cosa los asesinatos diarios, los desaparecidos, que piensa que es un “escándalo” que los medios se quejen de la muerte de sus connacionales?
Si de verdad López Obrador quiere “defender” la soberanía nacional y que no vengan autoridades gringas a meter orden en México, lo tiene muy sencillo —al fin que “gobernar no tiene ciencia” ¿verdad que no?—: disminuir la violencia que azota a nuestro país.
Mientras eso no ocurra, tristemente la violencia continuará y se seguirán sumando los asesinatos. Porque, eso sí, ni siquiera ser estadounidense en México salva a nadie de ser ejecutado.
POR VERÓNICA MALO GUZMÁN
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@MALOGUZMANVERO
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