Circula en redes la versión de que el gobierno de Baja California, en pleno confinamiento, le hizo llegar 600 millones de pesos a una empresa que daba desayunos escolares.
¿Será? Lo dudo mucho. Y espero que no sea el caso, porque, de confirmarse, la noticia resultaría de veras preocupante, por esto: la empresa en cuestión se llama Don Cacahuato. Bueno: el gobierno del cambio; el gobierno que es un punto de inflexión en la historia de toda América Latina; el gobierno capitaneado por uno de esos prohombres que solo se ven cada muchos siglos, uno de esos líderes de bondad oceánica y liderazgo napoleónico; la Cuarta Transformación, pues, no puede acompañarse en su camino a la consagración histórica de palabras como Cacahuato.
Mi preocupación radica en que no es la primera vez. Este proceso de revolución pacífica casi empezó con otras palabras que, tenemos que reconocerlo, no están a la altura de uno de los grandes oradores de la historia, el Churchill de Tepetitán: fuchi caca.
Presidente: urge una reunión con su equipo para evitar, ya, este tipo de deslices.
No olvidemos que bajo este régimen fue también que a alguien se le ocurrió lanzar un spot para desactivar la obesidad mórbida en el que un personaje se llama Chescolín.
Entiendo que el neoliberalismo dejó tonto al pueblo bueno, señor, y que en consecuencia, hay que hacerle llegar mensajes como para un niño de dos años, pero hago un llamado a que no todo en este sexenio parezca una caricatura de El Fisgón, un compañero de ruta extraordinario y un hombre, diría Borges, que no conoce la duda, que sin embargo —sigamos con la autocrítica— no se distingue por una gran agudeza a la hora del chiste, ni por unos procesos intelectuales muy elaborados.
Seamos conscientes, señor, le ruego, de que en ese spot nos aventamos lo de Chescolín, pero pudo ser peor.
Siento que estuvimos a un milímetro de, digamos, Botano, y de que ese spot tiene un antecedente no más afortunado en el momento en que unas personas, vestidas de mazorca y alguna verdura inclasificable, suponemos que proveniente de la milpa, esencia de la mexicanidad, dicen: “¡Chatarra, fuera, guácala, buuuu!".
Antes, claro, le dan un zape al coronavirus, otra botarga, mientras aparece en pantalla la palabra cuas. A propósito, y disculpará la digresión, hay por ahí un acto fallido, porque lo único que se ve apetecible en el spot es lo que parece un chorro suculento, dulce, incitador, de leche condensada. Imagínese lo que diría el doctor Gatell.
Señor, con todo cariño: ¿“buuu”? ¿Cuas? ¿Qué sigue: embotargar a Gatell y llamarlo Don Etiqueto?
Fraternalmente: ¿De “Sufragio efectivo, no reelección” o “El respeto al derecho ajeno es la paz” a Cacahuato?
Es momento de cuidar la imagen, Presidente. Para ello, cuenta usted con la solidaridad del doctor Patán.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
PAL