Envío Diplomático

La guerra, otra cara de la globalización

Para 2021 la globalización parecía un proceso del pasado que sería sucedido por regionalismos de diversas facturas

La guerra, otra cara de la globalización
David Nájera / Envío Diplomático / El Heraldo de México Foto: Especial

A partir de la crisis financiera de 2008, el proceso de globalización de la economía internacional empezó a frenar su dinamismo. El discurso nacionalista y excluyente de Trump fue otro impulso para ello, lo que estimuló posturas populistas y nacionalistas en diversos países. Regiones enteras de, por ejemplo, África y América Latina, quedaron al margen del interés de varias potencias, excepto China. Después concatenándose la pandemia afectó todo el proceso de comercialización transnacional. Para 2021 la globalización parecía un proceso del pasado que sería sucedido por regionalismos de diversas facturas.

A un año de la invasión rusa a Ucrania esta, paradójicamente se convierte en una demostración de lo interconectado que están las finanzas, el comercio, el cambio climático, la tecnología y los medios entre otros factores que a su vez son esenciales al entramado globalizador. Incluso cabe preguntarse si la ineficacia del sistema multilateral para lograr si no la paz al menos la estabilización del conflicto no es, precisamente, muestra de que las estructuras de la postguerra no resultan eficaces para los retos precisamente de los tiempos globales.

Un conflicto arcaico por las argumentaciones justificadoras rusas y tal vez por la retórica heroica del nacionalismo ucraniano, proyecta reacciones globales como el bloqueo financiero, la aceleración del cambio tecnológico en materia de energía, la irrelevancia del armamento convencional ante tecnologías de geolocalización, entre otras. Si bien el aparente estancamiento del frente de batalla parece recordar a la guerra de posiciones de la Primera Guerra Mundial, la guerra se está luchando en muchos otros frentes y con otros instrumentos. Cierto que los ingresos rusos por petróleo y gas parecen compensar el estrangulamiento y bloqueo financiero, más en el mediano plazo los efectos serán catastróficos para la economía rusa que ha retornado a su carácter de exportadora de materias primas sin valor añadido. Su expulsión de la producción internacional y las complejas cadenas de producción y distribución, la constriñen a su mercado interno de bajo poder adquisitivo y acelerado envejecimiento demográfico y, estoy seguro, esos son factores considerados por Occidente en sus acciones de guerra no militares.

Como este enfrentamiento no es ajeno a la rivalidad entre Estados Unidos y China y además existe una potencia retadora dirigida por un gobierno nacionalista, la India, la recomposición geopolítica que vivimos transformará al mundo y sus alianzas. Tal vez tengamos una Rusia menos ofensiva dependiente de China, tal vez la economía india compita con la china por regiones asiáticas y africanas y la posibilidad también de que una nueva arquitectura multilateral esté determinada por factores que no incluyan la igualdad entre los Estados.

Si todas estas perspectivas son posibles ¿por qué en México creemos ser ajenos a esta guerra? ¿sí nuestro crecimiento depende precisamente de la estabilidad comercial y vemos los efectos de esta guerra en la energía, los fertilizantes, la inflación etcétera, nos mantenemos al margen?

No se trata de una participación directa en el conflicto militar pero más vale para un país del tamaño y perspectivas de México el atender y entender que es lo que está en juego en las estepas ucranianas. Mucho nos va en ello.

POR DAVID NÁJERA

EMBAJADOR DE MÉXICO. PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DEL SERVICIO EXTERIOR MEXICANO

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