“El destino de los hombres está hecho de momentos felices, toda la vida los tiene, pero no de épocas felices”. Friedrich Nietzsche
e suele decir que tiempos pasados fueron mejores. Pensemos en la sociedad de hace cien años: epidemias, los estragos vívidos de la guerra, comienzos de la más grande depresión económica, deterioro de salud mundial, florecimiento de corrientes de pensamiento político extremistas.
Ahora pongamos la reflexión en la situación actual: guerra, efectos post pandemia, cadenas de producción y distribución rotas, deterioro de salud mental, crisis económica, corrientes políticas cada vez más polarizadas. ¿Estamos mejor que hace cien años? No hay una respuesta fácil, en realidad ahora somos una sociedad diferente y reaccionamos distinto.
Este cuestionamiento ha sido recurrente a lo largo del tiempo, ya en 1798 el intelectual británico Thomas Malthus decía que la población se encontraba en una trampa demográfica que impediría el progreso, pues los medios de subsistencia eran absorbidos por el aumento poblacional, “en todas las sociedades se observa una presión constante hacia el aumento de la población [y esta] tiende a hundir a las clases inferiores de la sociedad en la miseria”.
Es evidente el acierto de Malthus respecto a la demografía y las desigualdades rampantes, sin embargo deja fuera el factor del desarrollo económico, el consumismo y la era del homo videns.
Es innegable que existen avances en los sistemas de salud, en el desarrollo económico, en el logro de paz “perpetua”, en la conquista de derechos humanos y no discriminación, en mayor conciencia en el respeto al medio ambiente y otras mejoras en la actualidad, empero tenemos otras problemáticas sociales de alta complejidad, mismas que podríamos encuadrar en las transmutaciones sociales a las que aludía Nietzsche, que consideraba que eran ocasionadas por la moral.
En este sentido, si nos dieran a elegir en la época en la cual vivir, seguramente todos escogeremos la actual, con todas las tecnologías de comunicación e información, acceso a mayores y mejores servicios públicos y una larga lista de etcéteras, incluyendo la “promesa de la felicidad al alcance de la mano”.
Sin embargo, el vivir en un mundo “perfecto” genera en la sociedad otra serie de problemáticas que en épocas anteriores serían impensables, por ejemplo la depresión causada por la falta de aceptación (likes o views) en redes sociales. Las transmutaciones morales que vivimos en la sociedad actual ahora obedecen a otro señor feudal distinto —religiosos, políticos o comerciales—.
La ausencia de valores homologados o la sustitución de estos por otros heterogéneos nos ha llevado a una sociedad más individualista y efímera, donde todo cuesta menos trabajo, pero termina por diluirse a mayor velocidad. Quizá este nihilismo sea la mayor característica de la sociedad actual cuando alguien dentro de cien años se pregunte si hoy estábamos mejor que en el futuro distópico.
POR ADRIANA SARUR
COLABORADORA
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