La comentocracia chaira mesurada lleva unos días en el análisis de las protestas del domingo. Hace bien. Con buenas razones, varios exponentes de la propaganda marrullera apuntan que las enormes concentraciones en defensa del INE reflejan una ruptura de las clases medias y altas con el presidente, y añaden, con preocupación también razonable, que no es buena idea perpetuar esa ruptura: puede significar un golpe electoral que no le quitará la presidencia al cuartoteísmo, pero que puede complicar su gobierno, porque están en riesgo tanto la Ciudad de México, donde ya sufrió un revés en las intermedias, como la mayoría en las cámaras. No explícito, claro, pero lo que se lee aquí y allá es un preocupado “Por favor, recapacite, presidente”.
Amigues, dense cuenta: no va a recapacitar. No es que algo como la llamada 4T se equivoque al confrontar a las clases medias. Es que no puede evitarlo, porque esa confrontación, esa fobia antiburguesa, ese desprecio al bienestar auto inducido, está en su esencia misma. El licenciado recibió muchos votos clasemedieros en 2018, sí, en parte gracias a un cierto maquillaje de moderación. Lejos quedó. Su discurso cotidiano, esas diatribas contra los “aspiracionistas”, esos insultos desde Palacio contra cientos de miles de ciudadanos tildados de conservadores y acusados de defender a García Luna cuando reclaman su derecho a votar, son obligados en un programa de gobierno, o intento de régimen, que necesita de ciudadanos dependientes de los dineros públicos, es decir, de ciudadanos incapaces de ejercer la crítica por una cuestión de supervivencia, como sí la ejercen los que salieron a protestar por lo del INE y como los chilangos que cambiaron su voto en junio porque su autonomía clasemediera, su terco aspiracionismo, les permite sancionar en las urnas el desastre de esta administración en, digamos, la salud, con el desabasto y las infames muertes por covid, o la seguridad pública, sin mencionar el tiradero de lana en elefantes blancos a mayor gloria de. Por eso el no lapsus de que maicear a los pobres siempre es una apuesta segura –sus palabras fueron otras, pero el significado es ese–; por eso los dineros cada vez más importantes destinados a los “programas sociales”, que acompañan, como dicen de manera inapelable los números, a una multiplicación de los pobres. Programas, por eso, exitosos. En efecto, esto se trata de extender la miseria, algo en lo que el gobierno ha tenido un éxito considerable, aunque no suficiente para sus fines.
En otras palabras, amigues del periodismo oficialista light, renuncien a toda esperanza: este sexenio es y será un continuo “Al carajo con las clases medias”. Sí, como en –va el lugar común– la fábula de la rana y el alacrán que la pica aunque se ahoguen los dos, porque está en su naturaleza.
POR JULIO PATÁN
COLABORADOR
@JULIOPATAN09
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