Creo firmemente que el agua no llegará al rio, pero debo reconocer que estamos en problemas. Una serie de hechos desafortunados se han concatenado para tensar la relación de nuestro país con los Estados Unidos, nuestro más importante socio comercial: las más de cien mil muertes por consumo de fentanilo que se han dado allá; la baja eficiencia (o nula diría yo) de las Fuerzas Armadas para darle seguridad y detener el avance de la violencia a lo largo y ancho del territorio nacional; el secuestro de cuatro estadounidenses y el asesinato de dos de ellos en Matamoros; y una política interior y una exterior que han logrado consolidar la imagen de un gobierno incapaz o peor aún que no ve ni oye a los narcos que se despachan en México con la cuchara grande. La combinación de todo esto es explosiva, en esas estamos.
La peligrosa Resolución 18, en la que dos representantes republicanos proponen declarar como grupos terroristas a los cárteles de la droga y usar al ejército yanqui en la tarea, abre la puerta a que en una de esas veamos a soldados o marines estadounidenses combatiendo a los delincuentes en nuestra propia casa, en nuestro país.
Y en el ambiente político tan polarizado que se vive en el país de Biden, este proyecto de ley en la Cámara de Representantes se vuelve una espada de Damocles. No olvidemos que el 2024 es también un año electoral en USA y que para los más conservadores impulsar esta propuesta les podría conquistar muchos votos, que es lo que están buscando. Los republicanos estarían confirmando lo que dijo Trump hace algunos años: que México es un país de asesinos y rateros, lleno de “Bad hombres” ¿Lo recuerdan?
En cuanto a la postura de la Casa Blanca, pocas veces se habían escuchado posicionamientos más duros, enérgicos y contundentes contra la inseguridad y la acción del crimen organizado en nuestro territorio por parte de Washington. Al parecer la no estrategia de “abrazos no balazos” y más de tres mil kilómetros de frontera han logrado casi igualar criterios en este delicado tema entre demócratas y republicanos. Hay un botín de votos de por medio.
Supongo que el presidente Biden está aguantando las presiones de un lado y del otro intentando no escalar el problema. Sabe que no le conviene, lo difícil es saber cuanto más podrá resistirse a ellas. No olvidemos que probablemente está buscando su reelección el año que viene.
Más aún, la evidente incapacidad del gobierno mexicano para evitar el baño de sangre que se está dando en México resulta un regalo maravilloso para Estados Unidos que se desentiende así de la enorme corrupción necesaria para que el mortal fentanilo llegue rápido y fácil a las calles de Nueva York, de Los Ángeles y hasta del último rincón de aquella nación. Que no se hagan tampoco los desentendidos.
Para mi, lo más desconcertante es aquí; algunos amigos con los que he platicado sobre el tema me comentan que les parece bien que nuestros vecinos del norte tomen cartas en el asunto y pongan de una vez por todas en paz a México. ¿Un verdadero demócrata puede pensar que la violación de nuestra soberanía significa algo bueno para el país?
Uno de los riesgos y secuelas de los regímenes demagógicos (o populistas, si se prefiere) consiste en hacer añorar a la población una mano dura y la invasión de un gobierno extranjero y todopoderoso que aparenta ser la solución para deshacerse del autócrata. Nada más falso y peligroso.
Para los que creemos en las libertades y detestamos el autoritarismo, los grandes desafíos pasan por resolver nuestros problemas desde dentro, de manera independiente, democrática y sin espejismos. Me confieso pesimista irredenta, por eso creo que lo único cierto en esta vida, es que todo lo que puede empeorar…empeora. ¡Aguas!
POR TERE VALE
@TEREVALEMX
COLABORADORA
MAAZ