En el texto “Taiheiki, La Gran Pacificación”, edición de Carlos Rubio, refiere a las guerras suscitadas en 1333 entre el Gobierno militar de Shogun y las tropas del Emperador Godaigo, no es más que un enfrentamiento entre la parte estoica de Kamakura frente al refinado e intelectual centro de la antigua ciudad capital de Kioto.
Este interesante texto, lleno de profundas tácticas políticas y una narrativa de conspiraciones, sabotajes y sanguinaria brutalidad, aviva también la parte poética y la tragicomedia que ha envuelto la historia universal y la lucha sobre las capitales del mundo.
“¡Qué inexorable es la ley que dicta que quienes están en la cima de la prosperidad no tardan en ser abatidos y ser confundidos con el polvo!”
Miembros de los ancestrales clanes de samuráis hacían lo necesario para identificarse los unos de los otros y evitar confundirse con los enemigos de la causa imperial, utilizaban entonces tiras de tela de seda de aproximadamente 30 centímetros y se pintaba en ellas el símbolo del viento y estas mismas se unían a las mangas de las armaduras. Todo era un simbolismo filosófico, en este caso hacer memoria del sabio Confucio: “la virtud del soberano es el viento; la virtud del pueblo es la hierba. Cuando el viento sopla la hierba se dobla”.
Así con colores, con símbolos y con estandartes, la lucha por el poder y la tenencia de las capitales es un trofeo para el poder público, sea a través del poderío militar como sucedió en los mecanismos colonizadores y como sucede, como un derecho histórico, en el caso de Ucrania y Rusia, según los rusos.
En términos bélicos, la toma de una capital federal es un sinónimo simbólico también de la derrota de quien ostenta el poder público del país, en tiempos de paz la ocupación de las plazas públicas también emite similar mensaje. Así lo fue la primavera árabe, donde a través de la convocatoria de las incipientes redes sociales se logró derrocar al gobierno egipcio de Hosni Mubarak, pero más que una primavera árabe fue una flor de verano que no se repitió en ninguna parte del mundo; no cabe duda que las circunstancias geográficas, históricas y sociales de cada país son únicas y no necesariamente repetibles.
En el 2021, en las elecciones recurrentes en México de la mitad del sexenio se logró conquistar y consolidar la presencia del Obradorismo en 11 de 15 entidades federativas y una más con un partido aliado, todas en torno a la Cuarta Transformación, lo mismo ocurrió con Ayuntamientos y con el Poder Legislativo. De manera histórica y sin precedentes, la Ciudad de México sufrió un revés electoral que fortaleció la presencia del grupo conservador que al mismo tiempo perdía las gubernaturas que, en algunos casos, tenían más de 80 años gobernando.
El triunfo electoral del grupo conservador en la Ciudad de México tuvo muchas paternidades, surgieron nombres incluso de fuego amigo, de operaciones llenas de complicidades y traiciones para hacer perder al Movimiento de la Cuarta Transformación; pero no hubo una sola mención seria a los responsable de la derrota, ¿qué se dejó de hacer en la planificación logística, táctica y operativa frente a una previsible debacle? ¿No hubo una planeación estratégica, estadística y de acción política a tiempo? ¿O de plano lo interpretamos como un resultado natural y orgánico en la percepción y satisfacción de la voluntad electoral de la Ciudad de México? Cualquiera de las tres respuestas están sujetas a la interpretación de la suma de las tres, la realidad es que la ciudadanía ha encontrado cierta comodidad y simpatía que se ve expresada en su presencia en las plazas públicas de la ciudad, no significa que eso sea sinónimo de participación electoral, ni movilización de estructuras electorales en favor o en contra del gobierno, pero sí es una luz ámbar de que la batalla electoral por venir no será ni medianamente fácil.
Creer que la innegable simpatía y aceptación del presidente Andrés Manuel López Obrador es suficiente para mantener el poder, es una apuesta por decir lo menos fuera de realidad. Hoy se requiere de la suma de viejos aliados, recuperar a los liderazgos que durante estos últimos años no han tenido voz ni trato político, se debe regresar al trabajo de base, a la construcción de liderazgos y al convencimiento en la plaza pública. Los influencers, tiktokers, youtubers, y la suma de likes es política de escritorio, no son votos, la gente de a pie no sabe de tendencias de redes sociales y no les interesa. Los personajes de moda, como todas las modas, terminan desgastados y desprestigiados. Eso no lo decía Toshimoto en el Siglo XII, pero hasta él dejó de tener brillo.
Por ello la recuperación política de la Ciudad de México debe eliminar el ánimo faccioso, encender las luces de emergencia y actuar para no perder la capital de todas y todos los mexicanos. El enemigo acecha. La Ciudad es Nuestra.
POR RICARDO PERALTA
COLABORADOR
@RICAR_PERALTA
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