Sin duda fue uno de los grandes internacionalistas mexicanos. Pocos como Sergio González Gálvez en el uso de la prudencia. Dos veces fue convocado como embajador de México en Japón y fue el gran promotor de un acuerdo comercial de esa nación con la nuestra. Don Sergio fue un gran mexiquense, quien muy joven fue embajador y valioso representante de nuestro país en el foro internacional.
Don Sergio formó parte del Servicio Exterior Mexicano y honró la profesión como internacionalista. Sirvió a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores a nuestro país en innumerables foros multilaterales, particularmente en aquellos que prologaron el Tratado de Tlatelolco y la proscripción de las armas nucleares en América Latina, del lado de don Alfonso García Robles, premio Nobel de la Paz.
Lo conocí en Tokio a medidos de los ochenta: era nuestro embajador y yo un becario del Banco Mundial. Pasé a presentarme a la embajada y me recibió él, sin mayor protocolo. Le presenté mi proyecto y me ayudó con buenas sugerencias y citas en el Mombusho, el ministerio de educación de aquel país.
Era septiembre, me invitó a la ceremonia de El Grito e iniciamos una gran amistad sobre un eje común: nuestro interés por el milenario Japón, su cultura, tradiciones y similitud con México. Años después revisó mis borradores del libro sobre la educación en Japón que publiqué a mediados de los años noventa y del cual vendí más de 25 mil.
En el año 2000 me honró invitándome a participar en el Nuevo Comité México Japón, para explorar un acuerdo comercial entre ambos países. Estando allá, el ministro de Relaciones Exteriores recibió a la delegación mexicana y nos confesó: “… estamos interesados en el acuerdo con México. Es como el mizuage y tenemos que cuidar mucho con quien será”.
El acuerdo se logró en gran parte por el respeto que inspiraba don Sergio a los japoneses, y en efecto, fue la primera negociación en su tipo entre Japón y otra nación. Sayonara, maestro Sergio.
POR ANTONIO MEZA ESTRADA
COLABORADOR
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MAAZ