MALOS MODOS

El AIFA y las podridas del huacal

Vas a la zona de taxis autorizados. “Te sale en 1200, carnal, pero hasta mañana. Están asaltando. No te puedo dar el servicio”

OPINIÓN

·
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Sales del vuelo de Tapachula. La maleta llega rápido. Es una delicia: no hay gente. Paras en el baño. Increíble: no huele a, dirían los clásicos, agua de riñón, como los de la Terminal 1 del Juárez; tiene toallitas de papel que no están apiladas en el lavabo, húmedas; el Chavo del 8, emblema de la mexicanidad, te sonríe desde una puerta de WC, y el gel no lo agarras de una jicarita hecha con el fondo recortado de un zeppelin de Red Cola, sino en un dispensador en forma.

“Gracias, presidente”, dices en voz alta, porque eres tímido pero al cabo nadie te oye. “Tiene usted razón: nomás buscan las podridas en el huacal. Pinches conservadores”. Mientras arrastras la maleta en busca del tren que te va a llevar a la Ciudad de México, el del video con el gabinete, ves un Starbucks que, como el baño, tampoco tiene cola. “Es el único en el país que no te hace esperar.

De nuevo: gracias, presidente”, dices pero ya no en voz alta, porque justo pasa por enfrente un sujeto con tenis blancos, sin calcetines y con t-shirt estampada que le dice a otro, el que lo graba con el teléfono: “Oeeeey, el AIFA está súper chido. Pedí un matcha y sin pedos. Increíble. De primer mundo. Y nadie me paga por decir esto, ¿eh?”. Un influencer. “Qué bueno que rompan el cerco informativo”, razonas.

Después de un rato, alguien te informa que no hay tren. “No pasa nada. Voy a agarrar la vía que inauguró el presidente”. Vas a la zona de taxis autorizados. “Te sale en 1200, carnal, pero hasta mañana. Están asaltando. No te puedo dar el servicio”. “¿Asaltan en la supervía nueva?”, preguntas con escepticismo. “Es que no está en funcionamiento”, te entera.

Optas por un Uber, a pesar de que la Cuarta Transformación te ha enseñado a apostarle a las mafias de taxistas, que son más pueblo bueno. Veinte minutos después, encuentras un coche. Respiras aliviado, por dos minutos. “Estas en el AIFA, amigo¡?”, te escribe el conductor.

“No te puedo dar el servicio, amigo. Esta prohibido, amigo. Disculpa”. Decides buscar un hotel. “Si salgo mañana a las seis, llego a la junta en Santa Fe, y puedo aprovechar para conocer Tecámac”, te dices mientras te esfuerzas en clasificar la experiencia como fruta fresca, algo así como una manzana roja y brillante, dulce como el corazón del presidente. “El hotel no está disponible todavía, caballero”, te dice la única persona que encuentras en la zona de salidas. “Le recomiendo la Posada Yautli, en Teotihuacán. Son treinta kilómetros. Hay un micro que se para en la carretera. La otra es que agarre un camión. Pero a estas horas creo que ya solo sale el de Ixmiquilpan”, te dice.

Duermes a ráfagas, solo, en la sala de espera. Igual, despiertas lleno de positividad. “Si no hay taxis, le pido a un influencer que me dé aventón”, te dices mientras piensas que la 4T es un huacal generosísimo.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@juliopatan09 

MAAZ