Lo que sucedió en el hermoso e histórico puerto de Acapulco con el paso del huracán Otis, ha sido una de las tragedias naturales más severas que haya vivido nuestro país. Equiparable al paso de Katrina en Nueva Orleans, se estima que la reconstrucción de la ciudad puede tardar meses para que penas se vea visible el cambio a un lugar habitable, mientras que las pérdidas económicas al ser un centro turístico pueden llevar mucho más tiempo para una región que, aún con la infraestructura de servicios, tiene muchas zonas rurales que han vivido los estragos de peor forma derivado que son personas que viven al día.
Esta problemática que duele a todas y todos los mexicanos e, incluso, a países hermanos que han tenido acercamiento con la grandeza del puerto, es un punto de inflexión para reflexionar respecto de aspectos sociales, económicos, políticos y, sobre todo, naturales, ya que ese aspecto se ha dejado de lado cuando tiene toda la relevancia en un planeta que cada vez resiente más el deterioro que durante siglos se ha gestado en perjuicio de nuestro ecosistema.
Este tipo de fenómenos naturales que se han vuelto devastadores y que no admiten el más mínimo protocolo de actuación para paliar sus efectos se han recrudecido y en buena medida han encontrado que las razones de la devastación se deben al cambio climático, lo que ha sido ignorado por muchos a pesar de la evidencia científica.
Por ejemplo, al igual que Otis, algunos otros huracanes recientes, han visto una velocidad de desplazamiento inferior a la de hace décadas, es decir, un huracán, con toda la violencia climática que trae consigo, avanza más lento una vez que llega a tierra, lo que ocasiona que el mal clima prevalezca mayor tiempo en la zona, ocasionando una crisis mayor a cuando el paso era naturalmente rápido. Ello, dicen los científicos, se debe a que el cambio climático ha afectado las corrientes de aire, es decir, no existe una circulación que permita el avance.
A lo anterior se suma el hecho de que por cada grado centígrado que aumenta la temperatura del mar hay 7 por ciento más de precipitaciones en la conformación y proceso de huracanes, lo que genera un mayor grado de inundaciones en urbes que, además, no cuentan con la infraestructura suficiente para desahogar toda el agua que corre en caudales.
Entonces como sociedad tenemos tareas muy claras. Para empezar, debemos ayudar a paliar los estragos que generó Otis en Acapulco entendiendo que es más allá de la zona hotelera donde se está clamando por ayuda urgente dado que no tienen ni los mínimos satisfactores para sobrevivir. Las casas están destruidas, las pertenencias quedaron inservibles, las cosechas desaparecieron y no se tiene ni agua para consumo humano.
En el mismo camino pero a mediano plazo, debemos colaborar para una reconstrucción total de las vidas de las y los guerrerenses que requerirán empleos, inversión y mucha empatía de quienes hacemos de Acapulco un paraíso. Debemos visitar, consumir, ser responsables y hermanarnos con quienes más nos necesita.
Finalmente, debemos reflexionar de manera profunda respecto de los efectos del cambio climático porque el planeta ya no nos puede esperar ni un minuto más, ya que su reacción natural es la defensa ante el enorme desequilibro que la humanidad hemos generado. Sí por ellos efectos que puede tener en este tipo de fenómenos, pero también por la necesidad de tener un entorno más limpio y más amable con todas las especies que habitan la Tierra y que han visto mancillados sus hábitats y condiciones naturales. Como pueblo de México debemos ser nosotros quienes despierten la conciencia de los demás para dar un cambio de timón.
POR NUVIA MAYORGA DELGADO
COLABORADORA
PAL