La realidad es necia, pero allí esta para quien quiera verla. Abundan los datos que hablan de la mediocridad del sistema de salud mexicano. Mientras la esperanza de vida en Brasil, Chile, Colombia, Perú y Costa Rica aumentó en promedio 8.6 años entre 1994-2019, en México solo aumentó 2.8. La mortalidad a treinta días después de un infarto es cuatro veces mayor que el promedio de los países de la OCDE.
De acuerdo con datos publicados en El Economista sobre exceso de muertes atribuibles a la pandemia de COVID-19 por 100,000 habitantes, México ocupa el lugar 16, muy por arriba de países como Colombia, Costa Rica o Chile. De hecho, solo Perú esta por arriba de nosotros en este hemisferio. Seguir listando cifras no nos llevaría a nada.
Muchos dirán que es culpa de la actual administración, pero varios de estos resultados no son de 2018 para acá. Y a pesar de algunos avances, los resultados mediocres están allí para quien quiera verlos.
Las buenas intenciones no han faltado, tenemos una larga lista de reformas en salud. La últimas modificaciones a la Ley General de Salud especifican que “Todas las personas [...] tienen derecho a recibir de forma gratuita la prestación de servicios públicos de salud, medicamentos y demás insumos [...] sin discriminación alguna”. Propongo dos recomendaciones para operacionalizar esta aspiración:
- Aprender de las experiencias de otros. En vez de seguir dogmas o arrastrar el pasado, mucho se puede aprender de otros países. En este hemisferio Brasil y Costa Rica tienen modelos funcionales similares al modelo de atención MAS-Bienestar que se ha planeado seguir – con Distritos y Equipos Básicos de Salud, promotores comunitarios, y redes integradas. Países como Singapur, Taiwán, Turquía o Corea del Sur tienen mucho que enseñarnos. Entre 1960-1990 algunos de estos formaron comisiones multidisciplinarias para visitar y rescatar lecciones de otros países en varios sectores, incluyendo salud.
- Pilotear, evaluar y refinar. El Modelo MAS-Bienestar tiene buenas bases técnicas, pero implementar algo así toma planeación, monitoreo, participación comunitaria, flexibilidad, y humildad para corregir en el camino. Lo viví mientras lideraba la implementación de uno de los más estudiados programas de trabajadores comunitarios para enfermedades crónicas que se tiene en México. Lo que no se pilotea, evalúa y refina, mal acaba, y allí está el INSABI como evidencia. Implementar bien toma tiempo. Por esto y varias otras razones los países que han realizado reformas exitosas en salud lo han hecho en el transcurso de décadas.
A la administración que llegue en 2024 le queda la gran tarea de reimaginar nuestro mediocre sistema de salud. De mira hacia adelante estoy convencido de que nos podemos prescribir un mejor sistema es posible, y así lo merecemos.
Héctor Carrasco
Doctor en Salud Pública por la Universidad de Harvard
@HectorCarrasc03
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