El ADN de las mexicanas y de los mexicanos, seguro tiene una alta dosis de solidaridad y de compasión por las personas que resultan afectadas debido a las recurrentes tragedias que origina la naturaleza.
El paso del huracán Otis por el estado de Guerrero, que tuvo como impacto principal el puerto de Acapulco dejó 1 millón de personas damnificadas e incontables pérdidas materiales, que provocaran por años, rezagos y secuelas producto de la devastación de uno de los destinos turísticos más importantes del mundo.
Este momento de profunda pena y enorme desafío para gobiernos y sociedad, puede representar una oportunidad de reconciliación y de trabajo conjunto de todas y de todos, haciendo a un lado la mezquindad y el sectarismo que irónicamente nos define en tiempos de normalidad.
Hagamos de este tiempo un espacio de reconciliación y de ayuda mutua, dejemos atrás la polarización y el estéril debate político sin sustento, concentrémonos en ayudar y en reconstruir nuestras relaciones maltrechas, focalicemos nuestro apoyo. Primero, donando lo que nos sea posible en víveres, artículos de limpieza personal, herramientas, ropa, agua e incluso dinero en efectivo, en los centros autorizados para tal fin.
Ayudemos material y emocionalmente a nuestros hermanos guerrerenses, apoyemos en lo posible ahora y una vez que se hayan recuperado los caminos y este en condición el puerto, visitémoslo y coadyuvemos a su reactivación economía.
Aprovechemos el trance para cambiar la dinámica social, no seamos renuentes a las severas lecciones y llamados de la naturaleza que nos sacuden para recapacitar y renunciar al individualismo, la soberbia y la arrogancia que se ha profundizado en un mundo que hoy sufre múltiples calamidades: guerras, pobreza, destrucción de nuestro hábitat, odios y choques por ideologías políticas y religiosas.
La naturaleza, nos ha mostrado una vez más su cara ruda, el poder destructivo sin límites, mucho de esto propiciado por el daño que como especie le hemos hecho al planeta, reflexionemos en ello también, pues es tiempo de cambiar nuestros hábitos para hacer un mundo sustentable y frenar el calentamiento global.
Adoptemos una forma distinta de vernos y de comunicarnos, iniciamos campañas en las redes para frenar la polarización y el encono. No es un sueño irrealizable, he tenido la oportunidad de platicarlo con muchas personas que están hartas de las cargas de odios entre seguidores de un bando político y del otro. Ellas saben que lo único que estamos haciendo al defender nuestras creencias con esa loca vehemencia, es profundizar más la separación entre mexicanos.
Motivemos con un mensaje de solidaridad, de fraternidad, de amabilidad la comunicación cotidiana. No respondamos a provocadores, ni entremos en el juego de sus catarsis. Por cada mala frase o insulto, enviemos una bendición, un saludo o un texto amable.
Hoy es un buen momento para reencontrarnos, para identificar juntos nuestros grandes problemas y desde un enfoque local, provocar cambios en lo global. En serio, no es un sueño, todo comienza con un pequeño cambio de actitud, de respeto y de ponernos en los zapatos de los otros.
Si a los políticos convencionales les conviene dividirnos, no caigamos en sus juegos, seamos resilientes y así como alzamos la voz para enjuiciar a los del bando contrario, hagamos autocrítica amable de nuestras carencias y de los nuestros.
El querido Acapulco es un gran motivo de reencuentro y recuperación de nuestra calidad humana, de hacer y decir congruente. Ayudemos porque al hacerlo, nos ayudamos a ser mejores.
POR HUMBERTO MORGAN
COLÓN COLABORADOR
@HUMBERTO_MORGAN
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