UNA CHAIRA EN EL HERALDO

PREMIO en Mercurio Retrógrado

Fíjense que estoy muy contenta porque el Congreso de la Ciudad de México me otorgó la medalla y el reconocimiento por mi trayectoria

OPINIÓN

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Fernanda Tapia / Una Chaira en El Heraldo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Fíjense que estoy muy contenta porque el Congreso de la Ciudad de México me otorgó la medalla y el reconocimiento por mi trayectoria, (se escuchan fanfarrias). Ahí estábamos varios de los reconocidos con esta medalla, primero intentando entrar al recinto porque estaba tomado por unos comerciantes que se manifestaban a sus puertas. Tiraron paro y nos dejaron colarnos por una orillita.

Luego se dieron las condiciones y al pasar lista, milagrosamente había cuórum! De ahí ya todo fluyó. Me sentí muy honrada por poder dirigirles unas palabras que son (más o menos) éstas: “Un grupo de personas ciegas encontraron un elefante en el camino. Unas tocaron una pierna, otras una oreja, algunos más el lomo. Sin embargo todas dijeron: “ah ya sé lo que es un elefante”. Creían tener la “verdad absoluta”, pero sólo tenían una parte de ésta. Eso sucede, lo mismo entre periodistas que aquí en esta Cámara. Por lo que hoy los invito a cuestionarse eso que creen que creen y que les pone el pan en sus mesas. Pues primero un saludo a todo el, la, le respetable… enseguida déjenme contarles que me siento muy agradecida y orgullosa de este reconocimiento.

Podría decirles que me la pasé meditando si rechazarlo, subir a este pódium a recitarles todo lo que le falta en la ciudad, o de plano decir que no encontré vestuario adecuado por eso no asistí. Pero no, como dijera Tomás Harris: “el agradecimiento es pasajero y hay que tomarlo cuando se da”. Yo podría empezar contándoles que a los tres años jugaba a ser presentadora de circo, desde el balcón de un depa en la glorieta Chilpancingo… pero éso es irnos muy atrás y no tenemos tanto tiempo, amén de que no creo ustedes tengan tanto interés. Lo que sí urge compartirles, es que ya en la década de los 80, muy al inicio, obtuve mi certificado de locución e intenté ser locutora de cabina comercial llevándolo a presentar con quien me recibiera en el entonces Núcleo Radio Mil. Ahí me observaron igual de divertidos que cuando estaba haciendo los exámenes para el certificado.

Era simplemente impensable que una mujer anunciara canciones y mandara saludos (cosa ya de por sí mínima para lo que puede hacer una mujer) y se le relegaba a dar la hora, la temperatura y los horóscopos. Aquellas que decían las noticias, lo hacían siempre a la sombra del Señor Conductor. Así que empecé a darlas… las noticias. En ese momento de milagro nadie me las pidió porque tenía escasos 14 años y los representaba por mucho que me arreglara. Es decir, “olía a cárcel”. Después de casi seis meses de viacrucis en donde el extinto maestro Bauche me explicó un estudio norteamericano “que probaba el hecho de qué una mujer rechazaba la voz de otra mujer en el radio”, basados en la peregrina idea de que nosotras siempre competimos por el macho alfa, que normalmente no es alfa y si quiere tampoco es macho. O donde un colega locutor y entonces Director de la Pantera, me sacó a gritos de la cabina porque yo quería ver cómo lo hacían mis compañeros.

El aseguró que yo estaba tratando de ligarme a “sus muchachos”. Yo la verdad los recuerdo siempre con mucho cariño pero al igual que su servidora, siempre estuvimos feos como pegarle a Cristo en Semana Santa. Me encerraba a llorar de rabia. Pero necia cual soy, ya me habían abierto la puerta y yo no iba dejar que se cerrara. Suelo ser como la humedad: una vez que entro en un lugar, ni quien me saque. Tuvo que suceder una tromba al sur de la Ciudad de México como esas que caen una o dos veces al año. E inundarse casi 1m de altura la avenida más grande de este país que es Insurgentes, para evitar que llegaran los LOCUTORES a su turno de CABINA y que el nuevo director tuviese una mente que empezaba a deconstruir su masculinidad, el señor Alfonso Larriva, para que este fuera a buscarme allí a mi rincón de noticias en las alturas de ese edificio en la “esquina de la radio”.

Me vió tal cara de asombro que me preguntó “si no era éso lo que quería”. No lo pensé dos veces, corrí a la cabina y anuncié al aire: “Cachorritos y panteritas, este es un día histórico para XEPH, es la primera vez que una mujer sola conduce CABINA, apúntenlo: 31 de diciembre de 1981 y aquí arranca Módulo 590. A marcar 246-500 y 9343 590”. Si a eso le agregamos qué rompía cualquiera de los protocolos de cómo se debía de hablar al aire o de lo que se debía de hablar… fue, cuando menos notoria mi participación.

Pronto entraron muchas más mujeres a los micrófonos de diferentes estaciones de radio y también se comenzó a romper la esquizofrenia de lo que se oía a través de los medios electrónicos y la realidad de quienes escuchaban. Y se demostró que estando ahí, los varones no transmitían con los genitales, cosa que podría haber supuesto algún impedimento para nosotras. El siguiente paso era cambiar el discurso.

La verdad es que en mi casa no se hablaba mucho de machismo porque tenía un padre Español muy mayor de edad que más bien era poeta, compositor, músico y hablaba 7 idiomas pero no sabía cambiar los fusibles de la luz. Para efectos prácticos era un inútil. Nunca estuvo en tela de juicio que las mujeres hiciéramos uso de taladros, serruchos, etc. Y gracias a Diálogos en Confianza desde 1999, conduciendo y aprendiendo de la mano del público con los especialistas, esta fue la universidad que nunca tuve. Ahí se hablaba mucho de ideología de género. Machismo.

Y por supuesto derechos humanos de los grupos en situación de desventaja. Siempre me ha gustado ceder el micrófono a quien no es escuchado y acercar muchos elementos para que cada quien elija y forme su propia opinión sin imponer la mía. Aunque es muy tentador esto último. Después de 41 años me doy cuenta que siempre me he tenido que transformar camaleónicamente sin miedo al éxito… ni al cambio. En cuánto surgió el primer boom de los podcast en México y después haciendo uso de cualquier medio digital. Sin embargo no puedo decirles que siempre estuve segura de qué era lo que quería hacer.

Tendría yo ya unos 16 años en los medios cuando una madrugada, recibí una llamada en la estación de radio Sabrosita alrededor de las 6:15 de la madrugada. Era la voz de una niña que me preguntó si yo era la “Sabrosita”. Con risa le contesté que sí, que era FERNANDA y ésta me explicó el motivo de su llamada: “Fíjate que acabamos de dejar en terapia intensiva a mi hermanita de 10 años porque se está muriendo de cáncer. Nos permitieron ponerle un radio para que tú le puedas decir unas palabras”. Yo en ese entonces no conocía DIÁLOGOS, la Tanatología, los primeros auxilios emocionales… por lo que la situación me dijo fría.

Yo empecé a hablarle a esa niña desde el fondo de mi corazón, de mi ignorancia, de mis creencias y mis prejuicios, de lo que pude… y cuando empezaba a tartamudear, empezaron a llegar llamadas de otras personas: mamás, papás, otros niños y niñas y yo empecé a entender que todos estábamos ayudándole a preparar una pequeña maleta para el viaje que emprendería. Esos 45 minutos sin comerciales ni canciones en una estación concesionada, parecería imposible. Y no fue sino hasta las siete de la mañana que llegó mi jefe el sabrosito Durán, quien me hizo la seña de que “ya habíamos cumplido y que mandara a ese noticiario que entraba en cadena, cada hora.

Cerré el micrófono, bajé todo el volumen y me quedé en silencio. Sólo se escuchaba el aire lavado de la cabina y en ese momento supe que ESTO era lo que quería hacer toda mi vida: acompañarles. Muchas gracias por permitirme hacer realidad esta pasión sin importar mi físico, mi apariencia, mis genitales, mis preferencias o mis modos desenfadados. Muchas gracias!” Déjenme contarles que como había subido el celular para tomarme una selfie desde la tribuna, estaba tan alborotada que dejé ahí el mentado celular y no lo van a creer pero cuando le pedí a mi querida amiga y coordinadora de tele del lugar, Susana Cueto, que lo buscara ésta me dijo “que era imposible hacer una petición de semejante ocurrencia en el pleno”.

Así que se lo cuchicheó a la secretaria de la mesa mientras estaban sesionando. Ella no tuvo el empacho de pedirle un momento al presidente de la mesa para hacer un favor y preguntaron en voz alta en todo el pleno quién tenía mi celular. Aunque usted no lo crea y entre diputados locales, el aparatejo regresó a mis manos. Ahora sí tengo esperanza en los políticos!

POR FERNANDA TAPIA
DENUNCIAS@FERNANDATAPIA.COM 
@TAPIAFERNANDA

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