Morena no tuvo los votos para aprobar la reforma que prolonga hasta 2028 la participación de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad pública. Suspendió el debate y devolvió el asunto a las comisiones dictaminadoras. La oposición contabilizó un triunfo: contuvo al presidente y le dio aire a la alianza opositora. Se mantiene el anhelo de mantener al PRI en el frente.
Sin embargo, el presidente López Obrador perdió en el Congreso y volvió a ganar frente a la opinión pública (igual que lo hizo con la reforma energética). La oposición parece imposibilitada para obtener espacios y posicionar una narrativa ganadora y que genere eco en la opinión pública.
Los partidos opositores han perdido la brújula y su ethos; los descalabros electorales los han alejado de su raison d’être: mantener el orden, brindar seguridad y generar empleos dignos y bien remunerados. Los que operan al margen del oficialismo han optado, en cambio, por difundir las virtudes de un “México ganador” que ni siquiera ellos saben a ciencia cierta en qué consiste ni cómo funciona.
La inseguridad es el más grave problema que enfrenta México y nos encaminamos de manera inexorable a una recesión de proporciones míticas. La oposición tiene que retomar la bandera de la inseguridad y comunicar hasta el cansancio las desventuras del actual gobierno en lo que concierne al manejo de la economía.
Se sabe que las dos variables que mejor explican la orientación del voto son precisamente seguridad y economía. El elector mediano es conservador, privilegia el orden y quiere ver al Ejército en las calles en una guerra frontal con los grupos delincuenciales; lo que más le afecta -en especial a las clases medias- es la inflación, la carencia de empleos bien remunerados y la extorsión fiscal.
En los comicios del próximo año en Coahuila y Estado de México los candidatos que adopten como eje de campaña reducir los índices de violencia e inseguridad obtendrán triunfos electorales. Pero mientras el oficialismo está en campaña permanente, a la oposición le cuesta trabajo entender dos premisas fundamentales: las campañas son relevantes y el mensaje también.
La oposición está buscando “entusiasmar” a grandes sectores del electorado con soundbites trillados, vacíos de contenido y que no dicen nada; van rumbo a un nuevo fracaso electoral. Los partidos opositores deben centrar su mensaje en la inseguridad y el precario estado de la economía nacional y debe de construir una narrativa efectiva que destaque alternativas viables y, sobre todo, conecte los malos resultados con el ejercicio del gobierno. En el plano individual la gente sabe si trae un peso en la bolsa.
POR ALEJANDRO ECHEGARAY
COLABORADOR
@aechegaray1
MAAZ