EN LOS MARES DE LA EDUCACIÓN

Prefiero la felicidad

La idea de que estudiar artes o humanidades es una “condena” en términos económicos es, sencillamente, falsa; el ingreso no debe ser la máxima prioridad

OPINIÓN

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Antonio Argüelles / En los Mares de la Educación / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En 2014, la secretaria de Educación británica, Nicky Morgan, sugirió que, al decantarse por las artes o las humanidades, “demasiados jóvenes” estaban tomando una decisión que los frenaría “por el resto de sus vidas”. En su lugar, debían estudiar carreras relacionadas con las disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (CTIM, o STEM en inglés) para “mantener abiertas sus opciones”. Si bien después precisó que la educación de una persona “no puede estar completa si no incluye las artes”, sus declaraciones reflejan un punto de vista muy extendido, según el cual la educación debe ser útil para garantizar una buena vida en el futuro

Aunque de joven sufrí la presión de estudiar algo “útil” y no Filosofía y Letras, como quería, debo confesar que, más tarde, cuando era director del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep), también adopté esta perspectiva. 

Al rediseñar el plan de estudios, nuestro objetivo fue fortalecer las competencias laborales de nuestros egresados para mejorar sus oportunidades. Relegamos todo lo demás a segundo plano. 

Nuestras intenciones en el Conalep eran buenas, pero este razonamiento a menudo adopta una forma perversa, como muestran los recientes ataques que se hicieron virales en las redes sociales contra Gabriel Plaza. El gran “pecado” de este sobresaliente alumno madrileño, que obtuvo un puntaje casi perfecto en el examen de acceso a la universidad, fue revelar que iba a estudiar Filología Clásica. 

El escritor Sergio del Molino resume la esencia de las críticas: ¿cómo es posible que, con ese potencial, se le ocurra estudiar algo tan inútil y condenarse a ser un maestrillo?

De los muchos problemas con esta lógica, destaco tres. En primer lugar, está el desprecio clasista por profesiones que no se consideran “útiles” pese a su enorme aporte social (¿qué sería de nosotros sin esos “maestrillos”?). Segundo, la idea de que estudiar artes o humanidades es una “condena” en términos económicos es, sencillamente, falsa. Y, tercero, el ingreso no tiene por qué ser la prioridad máxima a la hora de elegir nuestro camino de vida.

Coincido plenamente con Gabriel cuando explica su decisión: “Es mejor hacer lo que te gusta. Prefiero la felicidad al éxito seguro”. Además, como nadador me identifico con lo que dice. Al iniciar un cruce, sé que el éxito está lejos de ser garantía, pero eso es lo de menos: nado porque me gusta, porque me hace feliz. Más jóvenes y adultos deberíamos seguir el ejemplo de Gabriel. Mucho bien nos haría.

POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO

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