COLUMNA INVITADA

Un juego de pirotecnia peligroso

Me inquieta que el recurso de la fuerza bruta se siga imponiendo al del diálogo y el entendimiento 

OPINIÓN

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Javier García Bejos / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Recién acabo de leer una noticia con la que no supe cómo reaccionar. En una visita de Estado a Corea del Sur, la subsecretaria de Estado estadounidense, Wendy Sherman, realizó en conjunto con el país al que estaba visitando, una demostración aérea en la que participaron 20 aviones de guerra, incluidos cazas furtivos F-35A, y que se produjo un día después que los aliados dispararan ocho misiles tierra-tierra frente a la costa oriental de Corea del Sur, en respuesta a una andanada de misiles balísticos de corto alcance lanzados por Corea del Norte, el domingo.

 Es decir, el típico despliegue presuntuoso de fuerza bruta tan común de las potencias militares. Desde luego este hecho no me sorprende y no es mi intención desgarrarme las vestiduras al respecto, sería muy ingenuo de mi parte hacerlo. 

Lo que llamó mucho mi atención de estos singulares actos performativos, tanto de Corea del Norte, como de Corea del Sur y su aliado EU, es el contexto en el que surgen.

 Prefiero evitar la discusión de quién y cómo tiene derecho de hacerse con armas nucleares y de realizar pruebas con ellas a su antojo, porque lo que me motivó a escribir este texto es mi incapacidad para poder racionalizar las decisiones de los líderes políticos y sobre todo, entender, cómo diablos es que llegan a dónde están y porqué hay gente que les da su voto. 

Mientras, en el Este de Europa el conflicto entre Rusia y Ucrania amenaza con volverse eterno ; mientras las tensiones entre Israel y Palestina aumentan día con día ; mientras el hambre, la pobreza y la desigualdad azotan a gran parte de la población mundial y mientras en el propio EU, un país que rinde un culto obsesivo a las armas, los tiroteos masivos empiezan a convertirse en una suerte de usos y costumbres, actos como este me provocan un severo corto circuito en mi cabeza.

¿De verdad necesitamos más guerras? ¿No somos capaces de resolver conflictos por otra vía que no sea la de la violencia? ¿Es que de verdad necesitamos aniquilarnos para demostrar quiénes somos? Hace poco escribí en otra columna lo sobrecogedor que puede llegar a ser vivir en un país con tanta violencia como el nuestro. 

Me inquieta que el recurso de la fuerza bruta se siga imponiendo al del diálogo y el entendimiento. Me inquieta que los liderazgos globales, si es que hoy en día se puede siquiera hablar de eso, no estén a la altura de las circunstancias. 

La violencia es un fenómeno con efectos devastadores que impactan no sólo a un grupo de individuos, sino a generaciones enteras de seres humanos, destruyen vidas, y las destruyen para siempre. Las marcas que deja el paso de la violencia en una persona no se borran nunca.

 Aquí me pregunto, en qué punto del camino un ser humano que ostenta el poder de decidir sobre el destino de otros pierde el más mínimo sentido de empatía. Lo que sucedió este martes puede que no pase de un simple juego de pirotecnia. 

Pero muchas guerras han comenzado así, y subestimar estos actos sencillamente es no entender de dónde venimos. Es ignorar nuestro pasado, y hacerlo nos ha costado muy caro a todos. 

POR JAVIER GARCÍA BEJOS

COLABORADOR

@JGARCIABEJOS

MAAZ

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