Otra vez un crimen de impacto pone en la nariz de las autoridades la cruda violencia que arrasa en México. Y otra vez, se niegan a verla.
Cuatro por hora y 95 por día es el promedio de homicidios dolosos en el México de la 4T. Del 1 de diciembre de 2018 hasta el 31 de mayo de 2022, fecha de corte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en México se contabilizan un total de 121 mil 655 personas asesinadas; más de 3 mil son feminicidios y el pasado fue el año más letal para las mujeres en la era de López Obrador. La terca realidad no deja de asomarse a las puertas de Palacio Nacional. Pero Andrés Manuel López Obrador sigue culpando al pasado.
Con estas cifras ¿de qué sirve madrugar para tener a las 6 de la mañana una reunión del Gabinete de Seguridad? Porque si hablamos de las encuestas, de esas que le gusta mencionar al Presidente, el INEGI asegura que la percepción que los mexicanos tenemos de la inseguridad aumentó del 65.8 por ciento en diciembre de 2021, al 66.2 por ciento en marzo de 2022. Aunque claro, siempre habrá otros datos.
La estrategia fallida de seguridad seguirá a costa de miles de vidas más. El Presidente declaró qué “éste es el camino”. No importa que los homicidios de su mandato hayan superado en tres años los acumulados en todo el sexenio de Felipe Calderón; no importa que a lo largo de su gobierno ocurrieran multihomicidios como el de las 20 personas en un palenque clandestino en Zinapécuaro, Michoacán o los 30 muertos del bar Caballo Blanco de Coatzacoalcos, Veracruz.
Entre las masacres, los videos que muestran a los cárteles mandando en territorios, los crímenes de alto impacto, se nota un ambiente similar o peor a de los años negros de la violencia en México durante la década pasada. Algo imperdonable.
El estado mexicano sigue perdiendo la batalla al mismo tiempo que los mexicanos tienen más riesgos de perder la vida. No importa que nada se tenga que ver con la delincuencia, como el caso de los dos sacerdotes jesuitas de Urique, Chihuahua, a quienes de nada les sirvió una vida de entrega a la comunidad que habitaban.
Hoy el ritmo con el que una persona es asesinada en México es inaudito. Solo para poner en contexto, ya desde 2019 la Alta Comisionada de la ONU los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, dijo que el país tenía cifras de violencia propias de un país en guerra. No estaba equivocada. Somos un país en el que se incrementaron 85 por ciento las agresiones a periodistas y un 50 por ciento los asesinatos en contra de los mismos. Somos una nación donde la Iglesia Católica pide revisar las estrategias de seguridad que están fracasando, porque es el país del mundo donde se mata a más sacerdotes. Somos un país con miles de víctimas que estamos siendo dejados a nuestra suerte. Pero ni hablar. Sobran los balazos más que los abrazos. Difícil que en dos años las cosas mejoren, y el país, ya no resiste otro sexenio perdido.
POR CARLOS ZÚÑIGA
@CARLOSZUP
MAAZ