COLUMNA INVITADA

Yoga vs violencia de género

Quiero aprovechar que mañana celebraremos el Día Internacional del Yoga para presentarte cómo a través de esta práctica ancestral se puede combatir la violencia de género

OPINIÓN

·
María Elena Esparza Guevara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El 88 por ciento de las mujeres que sufren violencia de género no pide apoyo a ninguna institución ni presenta una queja o carpeta ante las autoridades; la mitad de quienes sufren agresiones físicas o sexuales no denuncia por considerar que se trató de algo sin importancia. Los datos hielan la piel.

Son de la más reciente edición de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) del INEGI y, aunque la reacción inmediata nos llevaría a preguntarnos cómo una mujer violentada se resigna a creer que un episodio traumático carece de impacto en su vida, lo cierto es que el fenómeno es mucho más complejo. Está relacionado con un debilitamiento sistemático de la autoestima y confianza en una misma.

Por eso, los sistemas de atención, contención y prevención suelen tener un componente de apoyo psicológico, el cual resulta esencial en el fortalecimiento de la víctima para apoyarla a romper el ciclo de la violencia. Hay muchos enfoques, pero quiero aprovechar que mañana celebraremos el Día Internacional del Yoga para presentarte cómo a través de esta práctica ancestral se puede combatir la violencia de género.

Sé que normalmente vemos al yoga como un ejercicio o un ritual de bienestar que se ha puesto de moda entre quienes quieren “vibrar alto”. Sin embargo, detrás de esa imagen hay una profunda sabiduría, perfeccionada durante milenios, respecto a la unión entre cuerpo y alma, si se le ve desde el lado místico, o sobre el desarrollo de la conciencia corporal, si nos vamos a lo fisiológico.

Entre muchos otros factores que normalizan la violencia de género, he encontrado en mi investigación, está el desconectarse de la experiencia corporal. Es una reacción natural, de sobrevivencia: si me agreden con frecuencia, para no sufrir bloqueo el dolor. Un daño colateral, sin embargo, es el bloqueo del placer. La víctima entra entonces en un limbo donde ya no reconoce conscientemente qué le afecta y qué no; una explicación para los datos de la ENDIREH.

Frente a eso, existe la noción del cuerpo-templo, experiencia base de la práctica yogui que empodera para valorarlo, honrarlo y cuidarlo. Cuando la aplicamos en la deconstrucción de la violencia machista, esa noción también nos ofrece una

herramienta para validar el daño percibido, sin temor a ser vistas como “exageradas” o “locas”. Y ahí hay una opción preventiva poco explorada hasta ahora.

Feliz día del yoga, que también combate la violencia de género. Namaste.

POR MARÍA ELENA ESPARZA GUEVARA
FUNDADORA DE OLA VIOLETA A.C.
@MAELENAESPARZA

CAR