EL DON DE LA FE

La Virgen de Czestochowa

El ícono de la Virgen de Czestochowa encuentra su origen en Jerusalén, donde fue hallado por santa Elena, madre de Constantino

OPINIÓN

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Roberto O'Farrill Corona / El don de la fe / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El ícono de la Virgen de Czestochowa encuentra su origen en Jerusalén, donde fue hallado por santa Elena, madre de Constantino, en las excavaciones que practicó en el valle del Gólgota y en varios sitios de Judea

Columna.- Atribuido a la mano de San Lucas, el ícono de la Virgen Maryja Królowa Polski o María Reina de Polonia, es reconocible por las tres cicatrices que cruzan la mejilla derecha del rostro de la Virgen y por la túnica y el omophorion decorados con flores de lis.

El ícono de la Virgen de Czestochowa encuentra su origen en Jerusalén, donde fue hallado por santa Elena, madre de Constantino, en las excavaciones que practicó en el valle del Gólgota y en varios sitios de Judea en rescate de los santos lugares, y de donde lo llevó consigo junto con otras reliquias de la Pasión y Muerte de Jesucristo a Constantinopla, donde estuvo por 500 años para luego ser trasladado al castillo de Belz, en Ucrania, donde permaneció 600 años hasta que en 1382, tras el asedio de los tártaros al castillo, a fin de salvaguardar la imagen de subsecuentes invasiones tártaras, el príncipe Wladyslaw de Opole lo confió a los monjes Paulinos de la Orden de San Pablo Primer Eremita para ser entronizado en su santuario en la colina de Jasna Góra, en Czestochowa, Polonia.

Escrito sobre un tablón de madera de 122 por 82 centímetros, el sagrado ícono muestra a la Virgen Madre de Dios dirigiendo su mirada al espectador para presentarle con su mano derecha a su divino Hijo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida, reposando en su brazo izquierdo. El Niño Jesús, que sostiene el libro de los evangelios con su manita izquierda, con la derecha bendice a quienes oran ante él mientras dirige una mirada serena hacia su Madre. Ambas figuras irradian nimbos de oro.

Las cicatrices en el rostro de la Virgen María fueron causadas por vándalos husitas seguidores del cismático Jan Hus, precursor del protestantismo, condenado por herejía en 1415 por el Concilio ecuménico de Constanza. En 1430, tras atacar el monasterio de los Paulinos, los husitas lo profanaron y saquearon llevándose consigo el sagrado ícono, pero al no poder avanzar en su huida, pues los caballos se negaban a avanzar, pensando que el impedimento lo provocaba la Virgen María, arrojaron al suelo la sagrada imagen que, luego de fracturarse en tres partes, fue profanada por uno de los vándalos al pretender destruirlo con su espada dejando las huellas de sus tres afrentas en el rostro de la Virgen, pero no pudo continuar con su destrucción, pues cayó muerto al momento.

El ícono pudo ser rescatado y se intentó restaurarlo, pero la inexperiencia de los restauradores se tradujo en un deterioro tan grave que tuvo que ser escrito nuevamente hasta quedar tal como luce en la actualidad. No obstante, las tres cicatrices han vuelto a aparecer en los diversos intentos por borrarlas.

Por Roberto O’Farrill Corona

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