LÍNEA DIRECTA

La lealtad

Los líderes carismáticos producen altos grados de lealtad entre sus seguidores en la medida en que su propia figura infunde una especie de atracción fatal que impide verlo como lo que realmente es: un ser humano común y corriente, con virtudes y defectos, aciertos y errores

OPINIÓN

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Ezra Shabot / Línea Directa / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Uno de los valores mas apreciados por el ser humano es la lealtad. Esa actitud mediante la cual un individuo garantiza la confianza absoluta con su semejante independientemente de las circunstancias que se presenten. En política, o sea, en la disputa por el poder, este valor se pierde rápidamente en virtud de que la prioridad deja de ser el vínculo de identidad entre las personas, para ser sustituido por la posibilidad real de convertirse en el tomador de decisiones que impactan a la mayor cantidad de gente posible.

Los líderes carismáticos producen altos grados de lealtad entre sus seguidores en la medida en que su propia figura infunde una especie de atracción fatal que impide verlo como lo que realmente es: un ser humano común y corriente, con virtudes y defectos, aciertos y errores. López Obrador está en este nivel de figura pública, en la medida en que no hay ya términos medios para ubicarlo. O se le considera un ser infalible, o se le condena como un líder destructivo que está a un tris de acabar con el país entero.

En este grado de polarización, el Presidente decidió adelantar la sucesión presidencial del 2024, a pesar de que la realidad le ha demostrado que su poder carismático no se puede ceder en automático a su sucesora designada. Y es precisamente en este momento donde la lealtad al “hombre de la Cuarta Transformación” pasa a un segundo plano. Sus seguidores incondicionales entienden que la magia del gran líder va desapareciendo en la medida que su periodo de gobierno concluye.

Y es aquí cuando los cuchillos largos aparecen. La lealtad deja de ser el cemento que une, y el uso de las armas de alto poder se vuelven públicas y notorias. La pugna entre Sánchez Cordero, Scherer y Gertz, la de Monreal con Cuitláhuac García, Claudia Sheinbaum y Martí Batres, así como los golpes que silenciosamente recibe Marcelo Ebrard en su propia estrategia gandhiana, son el claro ejemplo de que la lealtad hacia el Presidente existe ya únicamente como instrumento para permanecer en el escenario de la contienda sucesoria, pero no más en el proyecto de gobierno del caudillo.

AMLO concentró en su mando atribuciones presidencialistas propias del priismo hegemónico, pero sin contar con el andamiaje institucional para hacerlas funcionar durante todo un sexenio. Cuando decidió nombrar sucesora, la lealtad fue desapareciendo sigilosamente. La legitimidad de la 4T se basó en la figura del líder, y al dejar paulatinamente el poder, perdió simultáneamente la lealtad de sus fieles funcionarios. El problema es que faltan más de dos años para que termine su mandato y las aguas se mueven de manera peligrosa.

POR EZRA SHABOT
EZSHABOT@YAHOO.COM.MX
@EZSHABOT

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