EL DON DE LA FE

Virgen del Perpetuo Socorro

La veneradísima imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro es un icono que data del siglo XI, de la tradición iconográfica bizantina de la Iglesia Ortodoxa

OPINIÓN

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Roberto O'Farrill Corona / El don de la fe / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La veneradísima imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro es un icono que data del siglo XI, de la tradición iconográfica bizantina de la Iglesia Ortodoxa y que, por ende, representa hoy un puente de encuentro entre el Oriente y el Occidente cristianos, tanto por la devoción a la Virgen María, como por su historia. En el cristianismo oriental es conocido como la “Virgen de la Pasión”, mientras que en Occidente se le llama “Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”.

Escrito al temple en un tablón de madera de 53 por 41.5 centímetros, sobre fondo dorado, el icono muestra a la Virgen María con su divino Hijo sostenido por su brazo izquierdo mientras nos lo presenta, orgullosa, con su mano derecha. A ambos lados de María aparecen las imágenes de los arcángeles San Gabriel y San Miguel sosteniendo elementos de la Pasión del Señor. La Virgen viste túnica roja, manto azul marino y un omophorion color verde, en tanto que Jesús niño viste una toga verde ceñida con faja roja y envuelto por un manto dorado. San Miguel, con túnica verde, sujeta la lanza y la esponja, en tanto que San Miguel, sin túnica, sostiene la cruz y los clavos.

Como es tradición en los iconos bizantinos, los personajes son identificados mediante abreviaturas con letras griegas: IC XC para Jesucristo, MP OY para la Madre de Dios, O AP G para el arcángel Gabriel y O AP M para el arcángel Miguel.

La escena es inquietante porque el Niño Jesús, volteando a mirar al arcángel Miguel, se sobrecoge al ver los instrumentos de la que será su Pasión y los objetos que le darán muerte, y a pesar de que los arcángeles los muestran con las manos cubiertas por un lienzo como trofeos de su victoria sobre la muerte, el Niño se espanta de tal manera que con ambas manitas se aferra a la mano derecha de su madre en busca de su socorro y de su consuelo; y muy conmocionado se estremece tanto que su sandalia se le desprende de su piecito derecho. Su madre, con su mano izquierda atrae a su Hijo hacia su regazo, y sin perder mesura, en actitud hierática y con sencilla dignidad dirige su mirada hacia el espectador del icono.

En efecto, ella nos mira, y nosotros miramos que nos mira. El sagrado icono de la Virgen del Perpetuo Socorro se venera en la iglesia de San Alfonso, ubicada entre la basílica de Santa María la Mayor y la basílica de San Juan de Letrán, en la ciudad de Roma, desde el 6 de abril de 1866, a donde acudió el papa Pío IX a venerarlo mientras que en una especie de éxtasis exclamó: “Pero, ¡qué hermosa es!”.

ROBERTO O'FARRILL CORONA

MAAZ