En 1988 conocí Manzanillo, me impactó. Iba de paso. Terminado el bachillerato, decidí conocer mi país. Con unos cuantos pesos en la bolsa, viajando casi siempre de aventón, durmiendo en terminales, parques o mercados, conocí México. Eran otros tiempos.
Peligros siempre hay, pero de ninguna manera comparables con las condiciones de inseguridad y violencia que vivimos. En ese viaje conocí gente mala y abusiva, aunque la mayoría fue amable y solidaria con un mochilero pobre.
En 1996, de viaje de trabajo, conocí Colima capital y Cómala. Recuerdo mi impacto al ver que ni los autos, ni las casas estaban cerradas con llave. La vida era segura a diferencia de lo que pasaba en otras ciudades como Guadalajara, Monterrey y por supuesto, la CDMX. Esto no sólo comparándola con grandes ciudades, también era evidente frente a estados como Aguascalientes, Tlaxcala o Morelos, que en aquellos años era la capital nacional de secuestros.
En 2000, estuve varios meses en Colima, en el contexto de las elecciones de aquel año. Las cosas ya no iban bien en materia de seguridad. Los robos de autos habían aumentado y en las casas habían instalado fuertes cerraduras o construido altas rejas.
Después de 21 años, regresé a Colima. Le encontré diferente, ha crecido y sumado los problemas sociales, económicos y de inseguridad de un estado pequeño y en muchos aspectos, aislado del país. Desde hace unos años, Manzanillo y Tecomán aparecen en la lista de los municipios más violentos. Sin embargo, la situación que enfrenta en estos momentos es inédita y riesgosa. Desde hace 20 días, en Colima han asesinado a 35 personas y lesionados a otras 18 con armas de fuego. Por la vía de los hechos, hay toque de queda. La violencia inició con un motín en el penal, con un saldo de 9 muertos. La violencia se extendió a las calles.
¿Qué pasa en Colima? Vive en el vértice del terror, provocado por el enfrentamiento entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa, por el control del estratégico puerto de Manzanillo y por el dominio de los límites entre Jalisco y Michoacán.
Indira Vizcaino es la segunda gobernadora que ha tenido ese estado y la más joven del país. Pero no se confundan, por méritos propios ganó la gubernatura, pertenece a una familia y a un movimiento de izquierda. Su padre, Arnoldo Vizcaino, junto con Carlos y Jaime Sotelo, entre otros, han apoyado siempre al Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y a Andrés Manuel López Obrador. Indira integró un equipo joven y dispuesto, pero la situación rebasa con mucho las capacidades estatales.
La delincuencia no debe ganar Colima. El Presidente AMLO envió mil marinos, pero no basta para recuperar la seguridad. El plan debe desplegar una estrategia integral y destinar los recursos humanos y materiales que sean necesarios.
La política es de bronce.
POR ONEL ORTIZ FRAGOSO
ANALISTA POLÍTICO Y ASESOR PARLAMENTARIO
@ONELORTIZ
MAAZ