COLUMNA INVITADA

Hipocresía como forma de gobierno

El lopezobradorismo vive de retórica, promesas e intenciones; genera enemigos públicos, tanto ideológicos como individuales para culparlos por sus fallas

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Editorial / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

A más de tres años de su arranque, queda claro que este gobierno se sostiene en símbolos, no en resultados. El lopezobradorismo vive de retórica, promesas e intenciones; genera enemigos públicos, tanto ideológicos como individuales para culparlos por sus fallas; y justifica sus atrocidades en nombre de supuestos bienes superiores nunca realizados: la austeridad, el combate a la pobreza, la soberanía. 

No obstante, esos símbolos cada día alcanzan para menos frente a una realidad ofensiva; el pantano de las incongruencias ha comenzado a manchar al este gobierno que se autodenomina puro, pero termina siendo no sólo incompetente, sino hipócrita. 

Así, el “gobierno más feminista de la historia” clausuró las estancias infantiles que permitían a madres solteras contar con mayor disponibilidad para participar en el mercado laboral; ha puesto fin a buena parte de los apoyos que se daban a los refugios para mujeres violentadas y recompensa con candidaturas, altos cargos y salarios lo mismo a acosadores seriales que a personas acusadas de violación.

El gobierno “ecologista” es el mismo que desmontó manglares para su monstruosa refinería, el que impulsa proyectos malogrados de infraestructura – como el Tren Maya - que requieren talar decenas de miles de árboles en la selva, y el que promueve iniciativas que incentivan la deforestación, como ese programa ecocida irónicamente llamado “Sembrando Vida”.

Asimismo, el telón de la honestidad y la justa medianía, que estaba sostenido por alfileres tras diversos escándalos de funcionarios públicos y militantes de Morena, ha terminado también por caerse con el reportaje de Carlos Loret y Mexicanos Contra la Corrupción, sobre la lujosa forma de vida, en Houston, del hijo mayor de AMLO, José Ramón. 

Y es que, a lo largo de estos tres años, López Obrador también se ha dedicado a satanizar la riqueza; a cuestionar y criticar las aspiraciones de la clase media y a pretender adoctrinarnos con la cantaleta de una necesaria renovación moral para dejar atrás el “materialismo”. Lo anterior pese a que el presidente de la austeridad republicana vive en un palacio, derrocha miles de millones en consultas innecesarias y tiró a la basura un caudal de dinero sólo para cancelar los remanentes del pasado, como el aeropuerto.   

Pero el símbolo de su hijo viviendo en el extranjero, casado con una mujer de la industria petrolera privada y habitando una casa a la que la inmensa mayoría de los mexicanos no aspiran ni en sueños, es la estocada final a esa falsa careta franciscana. 

Más allá de las implicaciones de la procedencia de los recursos o de posibles conflictos de interés – no menores, por supuesto – lo que este hecho pone a la luz es la profunda hipocresía que hay detrás de la narrativa lopezobradorista. El mismo presidente que regañó a sus gobernados por aspirar a más que unos buenos zapatos, ahora nos dice que no ve ningún escándalo en la holgada vida de su hijo “porque al parecer la señora tiene dinero”.

Y así, las aspiraciones, los lujos y la riqueza pasan de ser símbolos repulsivos y de deshonestidad -como tanto ha señalado en sus adversarios-, a ser producto del esfuerzo, la buena fe y hasta del amor de su primogénito. 

Nada nuevo en realidad, así terminan todos los demagogos (y sus propagandistas): muriendo por su propia boca y convertidos en caricaturas de sus propios principios. Al paso que vamos, al lopezobradorismo le quedará esa máxima que parece inevitable entre los autodenominados justicieros del mundo: ¡contra la burguesía… hasta alcanzarla!

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE
@GUILLERMOLERDO

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