MALOS MODOS

Lozoya es un mero aficionado

Pregunta seria: ¿tirar fortunas en caprichos no es una forma de corrupción? Súmenle que, por otro capricho, dejaron Los Pinos hecho una ruina, y que Palacio Nacional, caprichote en vivos dorados, nos costó un dinerito en remodelaciones y otro cada mes

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Empezamos el sexenio con una consulta fraudulenta para cerrar el aeropuerto. Sí: el presidente quería cerrar un aeropuerto en forma, por el que habíamos pagado miles de millones de dólares, así que, por capricho, porque no hay otra razón constatable, decidió tirar recursos públicos a lo bestia, y luego más recursos públicos en otro aeropuerto, el de Santa Lucía, que es otro capricho. ¿El presidente se enriqueció gracias a esas decisiones ruinosas? ¿Enriqueció a su gente? Nada lo indica. Pero tiró, repito, miles de millones de dólares para cumplirse un capricho.

¿Es solo el aeropuerto? Noup. También decidió hacer una refinería, la siempre encharcada Dos Bocas, cuando cualquier estudio sensato les decía: no gasten en eso, ahí, ahora. Pero había que pagar el capricho, precio que incluyó destruir un manglar. Luego, Sembrando Vida: otro capricho, porque tampoco hay un estudio que sostenga el programa, traducido en otra masacre ambiental. Y el Tren Maya, con esos 20 mil árboles talados a lo güey.

Pregunta seria: ¿tirar fortunas en caprichos no es una forma de corrupción? Súmenle que, por otro capricho, dejaron Los Pinos hecho una ruina, y que Palacio Nacional, caprichote en vivos dorados, nos costó un dinerito en remodelaciones y otro cada mes.

No es solo el presidente, claro. Son los amigos. A unos se les permite que, sin más, se enriquezcan haciendo negocios de veras gandallas con el gobierno. Ahí tienen al hijo de Bartlett. A otros, como el propio Bartlett con sus casas, o en su día a Irma Eréndira con las suyas, el presidente los avala sin pudores; da fe de su integridad. En otros casos, como el de Delfina, el aval tiene que ver con la causa, con el bien superior: es por el movimiento. ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué nos piden? Que aceptemos como único criterio para medir la corrupción la palabra del Supremo. Mucho pedir, ¿no?

Así es como llegamos a la familia. Pío y Martín, los Fabulosos Hermanos Cash, quedan malamente amparados por lo mismo que Delfina: la causa. Lo que ya pone los pelos de punta es Pemex. Hace unos meses era Felipa, la prima, la que se llevaba una lana de la petrolera soberana. Ahí sí, ni causas ni nada. Ahora apareció lo del hijo en Houston, y es el acabóse. Por mucho que los periodistas a modo traten de quitarle validez a la nota, hay razones sobradas para investigar a fondo: esa casa con alberca rentada por un ejecutivo de la empresa beneficiada, esa contratación tan conveniente al Joserra para legitimarle la estancia en Texas por empresarios amigos y, para remate, otra vez, el nombre de Felipa: parece ser que los funcionarios de Pemex que beneficiaron a Baker Hugues, la compañía metida en el probable tráfico de influencias, son los mismos que la bendijeron con un par de contratos.

De pronto, Lozoya parece un mero aficionado.

POR JULIO PATÁN

COLUMNISTA

@JULIOPATAN09 

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