ECOS DE LA CIUDAD

No somos iguales…

Pero, el poder marea, corrompe, exige ampliarlo y ejercerlo a plenitud. Haciendo porosas las fronteras entre el compromiso de la palabra empeñada en campaña y la deshonra de faltar a ella

OPINIÓN

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Humberto Morgan / Ecos de la ciudad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En algún momento, ciertos patriotas entendieron el compromiso de gobernar como una encomienda superior, un apostolado que exigía de convicción y vocación de servicio, de renunciar en lo posible a lo personal, para favorecer a lo común. Concebían en la honorabilidad, en la honradez, en el trabajo arduo y comprometido, conductas que sustentaban el privilegio de guiar a un estado, a su pueblo.

Pero, el poder marea, corrompe, exige ampliarlo y ejercerlo a plenitud. Haciendo porosas las fronteras entre el compromiso de la palabra empeñada en campaña y la deshonra de faltar a ella. En esta segunda presunción, traicionando al electorado y traicionándose a sí mismos. Nietzsche con su voluntad de poder y Maquiavelo en el Príncipe lo comprendían a plenitud. 

Hoy somos testigos de que, en la mayoría de los casos, lo recurrente es no cumplir las promesas, mentir y justificar la propia ineptitud, deslindándose de todos los errores, para responsabilizar a los otros, de lo que ellos juraron componer y simplemente no pueden mejorar. El deporte nacional es echarle la bolita al que se fue, al que poco puede decir a su favor, porque cuando estuvo en el puesto, también abuso y falló en la encomienda otorgada. De esta manera, se conforma en nuestros días el circulo vicioso de los que se fueron y no cumplieron, de los que están y no dan el ancho y los que vendrán a continuar la tragedia nacional, prometiendo todo, aunque el futuro nos sorprenda con otros datos.  

En los días que corren, es tan patético ver y escuchar en las redes sociales, en los noticiarios y en los periódicos, el No Somos Iguales, que se espetan los políticos de todos los partidos. Aunque bien sabemos que sí, si son iguales. Para muestra basta un botón: En la andanada de informes anuales que iniciaron con el de la Jefa de Gobierno y continuaron con los de las y los Alcaldes, vimos exactamente lo mismo. Faltas a la ley electoral, excesiva promoción personalizada, auto destapes, insultante uso de recursos públicos y, sobre todo, cinismo.

En el primer acto, escuchamos una crítica feroz de la oposición por el derroche y despilfarro de la gobernante capitalina, justificada en el acarreo de servidores públicos, de comerciantes, de grupos sociales y vecinales; por inundar las calles y el mobiliario urbano de carteles y pintas en bardas. Así, como el excesivo tiempo de exposición en redes sociales, en televisión y radio con entrevistas a modo, burlando la reglamentación y gastando los escasos recursos públicos en calculada promoción personal de la que se acusa a la campaña #EsClaudia.

En el segundo acto, aun frescas las lapidarias declaraciones de los críticos de la Sheinbaum, dieron inicio los informes de las y los Alcaldes de oposición. ¿Y qué vimos? Exactamente lo mismo, derroche de recursos en carteles, pintas de bardas, supuestas lonas de apoyo ciudadano, presiones a grupos sociales y servidores públicos para asistir a las rendiciones de cuentas con el tan normal apoyo a líderes para llevar acarreados.

Si, exactamente lo mismo, pero agravado, pues ellos habían hecho notar los excesos y la falta de respeto al código electoral, y aunque fueron enfáticos en la denuncia, cuando llego el momento para demostrar que están hechos de madera distinta. ¿Qué hicieron? Lo mismo, sin menoscabo de la congruencia en los posicionamientos públicos, en la falta de respeto a los ciudadanos y en la irónica frase para deslindarse de los apátridas, el No Somos Iguales. Aunque ha quedado claro, que sí lo son.

Tristemente la coherencia no es el fuerte de los funcionarios que hoy nos gobiernan y que se dicen aspirantes legítimos al siguiente encargo público. Porque en el show que vivimos todos los días en la Mañaneras, en las Anti-mañaneras, en el Martes del Jaguar y en otras preciosuras, se banaliza la política y la tarea de Gobierno, con la consecuente ridiculización de lo público. Lo importante hoy no es la república, sino la fama y la simpatía que despierten los servidores públicos en TikTok, en Facebook, en Twitter y otras redes sociales. Con lo que es evidente, que los buenos no son tan buenos y los malos son iguales. Que el ejercicio de Gobierno, paso de representar las aspiraciones y los nobles anhelos de los ciudadanos para mejorar lo colectivo, a carreras personalísimas, que aspiran a seguir acumulando dinero y poder para la siguiente campaña.

¿Cambiaremos los ciudadanos estas conductas o estamos predestinados a padecerlas?

POR HUMBERTO MORGAN

@HUMBERTO_MORGAN

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