El asesinato del general Francisco Serrano Gómez, cerca del poblado de Huitzilac, Morelos, hace 95 años y no 85 como lo apunte en la entrega anterior, en la antigua carretera a Cuernavaca; lugar donde también fueron victimados los generales Daniel L. Peralta y Miguel A. Peralta, Carlos Ariza Pineda, Carlos A Vidal, así como, el Mayor Octavio R Almada y los Capitanes Ernesto Noriega Méndez (Cacama) y Augusto Peña.
Además de los civiles que hallaron la muerte en ese paraje, fueron los licenciados Rafael Martínez de Escobar, Otilio González, los ciudadanos José Villa Arce, Enrique Monteverde, Antonio Jáuregui Serrano y el periodista Alonso Capetillo, autor del libro La Rebelión sin Cabeza.
El 2 de octubre de 1927, los antes mencionados, fueron aprehendidos en Cuernavaca, Morelos y trasladados al día siguiente a la ciudad de México por el general Enrique Díaz, sin embargo, al llegar al kilómetro 47 fueron interceptados por el militar Claudio Fox, quien ordenó les entregaran los prisioneros y les atarán las manos en la espalda con cable eléctrico, mostrando copia de un telegrama firmado por Calles, “Ejecute a los prisioneros y conduzca los cuerpos a esta”, en ese lugar fueron pasados por las armas.
La rapiña se apoderó de los cuerpos inermes, los cuales fueron despojados por oficiales y la tropa de relojes, anillos, dinero, leontinas y demás artículos; en medio de esa acción reprobable faltaba un integrante de la comitiva, José Villa Arce, quien se ocultó en una peña y desde ahí les gritó, -Aquí estoy-, el coronel Hilario Marroquín, lo abate.
El catedrático Pedro Castro, en su libro antes citado, señala, “El 3 de octubre de 1927 Serrano y sus amigos fueron conducidos a la ciudad de México; los bajaron de los coches en las inmediaciones del pueblo de Huitzilac y los ejecutaron sumariamente, sin formación de causa ni procedimiento legal de ningún tipo. Se cometía así uno de los crímenes políticos más sonados de la historia de México…”
Por su parte, el historiador Alessio Robles le manifestó a la periodista Helia D’Acosta, acerca de la responsabilidad en el crimen de Serrano Gómez y sus acompañantes, lo siguiente, “Para mí, la responsabilidad legal es de Calles y la moral, de Obregón, por la influencia que éste tenía sobre Calles”.
El escritor José Emilio Pacheco, en su texto Crónica de Huitzilac, describe una escena patética “el general José Álvarez jefe del Estado Mayor Presidencial recibe a los periodistas en bata y del brazo de María Conesa…Con cuidado, muchachos, no salpiquen; porque este papelito chorrea sangre”, se refería al boletín de prensa, “El general Francisco R. Serrano, uno de los autores de la sublevación, fue capturado en el estado de Morelos con un grupo de sus acompañantes …se les formó un consejo de guerra y fueron pasados por las armas”.
En los comicios de julio de 1928, el general Álvaro Obregón, logró su cometido al obtener el triunfo para asumir la presidencia de la República, sin embargo, el 17 de julio de ese año, Obregón, el hombre imbatible, murió en manos de un solo hombre que acabó con su vida; antes de desenfundar su arma; León Toral le vació su pistola.
POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS
COLABORADOR
MAAZ