La crítica de las artes tiene una importancia fundamental en la reflexión del mundo.
Entendida como análisis pertinente, creativo, ético y puntual, y no como la descalificación a partir de los gustos personales de quien escribe, la crítica se hace necesaria en la medida en que responde, en lo inmediato, a los universos que proponen las distintas obras generadas por los artistas.
Hace no mucho escuché con cierto asombro una sentencia radical: “La crítica ya no es necesaria en el periodismo cultural”. Entendí que el criterio para hacer aquella afirmación provenía de intereses extraperiodísticos o de una aceptación degradada de lo que el periodismo es: pensamiento crítico sobre el mundo.
La crítica no avala o descalifica a la obra artística, la desmenuza, la explica en su esencia. La adjetivación que suple el conocimiento o la capacidad del análisis de los lenguajes creativos demerita la acción crítica periodística, cuyo objetivo en términos rigurosos es pensar la obra, desvelar sus misterios, comprender la coherencia de su composición, el equilibrio dialogante de los elementos que le dan unidad y la proposición estética a través de la cual se busca la atención del público.
El crítico de arte no es el enemigo del artista, porque el ejercicio del pensamiento se configura como una interpretación de aquello que se ha visto en un tiempo y espacio definido; interpretación que enriquece la dimensión de la obra que se expande en la consciencia colectiva a través del diálogo que esa misma pieza establece con quien la piensa.
En el caso de las artes escénicas que requiere de la comparecencia de los artistas y los espectadores en un tiempo espacio únicos, la crítica tiene un valor primordial, toda vez que, al tratarse de artes efímeras, lo que queda como vestigio de su existencia es el texto escrito de quien reflexiona y dialoga con aquella proposición creativa, tanto en su sentido filosófico como estético.
Un arte sin crítica se regocija en el ego de sus creadores al no contar con el contrapunto de quien mira desde otro ángulo la pieza. El creador tiene en el crítico a un aliado, no como aplaudidor de su quehacer, sino como pensador que gestiona la obra desde el conocimiento del lenguaje.
Esta es la perspectiva con la que inauguramos este espacio para la crítica rigurosa y ética; en la que habrá distanciamiento de las filias y las fobias para concentrar la atención en la obra de arte. Y aunque para algunos este ejercicio intelectual sea visto como innecesario, nosotros seguimos creyendo en su pertinencia como una forma de dialogar con el artista, para evolucionar en las maneras en las que el arte representa, de manera contundente, el alma del mundo.
A partir de hoy, cada quince días, tendremos en este espacio la reflexión de alguna obra teatral o de danza; dejaremos testimonio de estas artes para el futuro, y estableceremos un diálogo crítico y ético con el presente.
Juan Hernández
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