Me siento impresionado por todo el aparato de seguridad que rodea al Trofeo de la Copa Mundial de Fútbol de la FIFA. A unos días del inicio del Mundial de Qatar 2022, y en su paso por la República Mexicana, gracias a los empeños de nuestros amigos de Coca Cola, pude observar y sentir de cerca el misticismo que engloba a tan preciado objeto. Sí, apreciado como un objeto de deseo, símbolo del triunfo, manifestación clara de la riqueza, del orgullo y de la fortuna deportiva. El Trofeo de la FIFA, diseñado por el italiano Silvio Gazzaniga y confeccionado en Italia en 1974, con sus cinco kilogramos de oro macizo de 18 quilates, más uno de malaquita para su base es, sin duda alguna, el Santo Grial del fútbol mundial. Un objeto de oro que solo pueden tocar los ganadores de los torneos de fútbol de cada cuatro años, personas especialmente designadas y algunos presidentes del mundo. Por lo tanto, acercarse a él, es un privilegio que muy pocos pueden tener pero que ante la popularidad del deporte, se hacen esfuerzos enormes para poderlo mostrar a la mayor cantidad de personas posibles. Aquí el primer misterio. Unos de los objetos más ricos del mundo en todos los sentidos, que premia a los ganadores del deporte más sencillo y extendido; el fútbol. Una sencillez que radica en el poder jugarlo con cualquier objeto esférico, vaya hasta con una “cascarita” de naranja, usando los pies y una potente garganta para gritar el amo y señor de cualquier partido; el gol. Tenía nueve años, en la televisión mexicana de ese entonces se mostraba el hermoso trofeo, descubrí que mi país participaría en Argentina 78 para tratar de llevarse tan bello objeto. Dos seres humanos cargando al mundo en una obra de oro puro. No me perdí uno solo de los partidos; descubría los mundiales. Fantaseaba con un triunfo de Mexico. El primer revés, Túnez le ganó 3-1 a México. No pasa nada, pensé, en cuatro días le ganamos a Alemania. La “bailada” que Alemania le puso a México ese seis de junio de 1978 con sus seis goles contra cero, considerada una de las peores goleadas en un mundial, me hizo abrir los ojos y entender con gran amargura que mi país, al menos en fútbol, no era la potencia que yo creía. Muy doloroso ese cobro de conciencia. Ya después vinieron otras decepciones tanto o más impactantes. Ese trofeo provoca euforia y llanto, emoción y decepción, fantasear y aterrizar. Para muchos el fútbol es una religión, con templos y todo, pero con una sola reliquia. El trofeo FIFA. Gracias Coca Cola por hacer posible que miles de mexicanos vean de cerca este símbolo. Un acto tan sencillo como acercarse y tomarse una fotografía junto al trofeo, estoy seguro, puede detonar la imaginación y la lucha de las nuevas generaciones. Que así sea.
Corazón que sí siente
Luis Crescencia Sandoval General Secretario de la Defensa Nacional, evidenció su muy entendible nerviosismo e incomodidad en su asistencia al Senado de la República, en donde escuchó los reclamos de la oposición. Platicaba con Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad, mientras los opositores hablaban, en una clara falta de interés y de respeto. Recomendarle al General que en la próxima oportunidad, escuche con atención y con el aplomo que todo militar debe tener ante la adversidad.
POR JESÚS MARTÍN MENDOZA
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