México era de lejos el más valioso de los cuatro virreinatos en los que estaba dividido el imperio americano de España. Se extendía desde el istmo de Panamá a la frontera con Oregón y estaba gobernado por el virrey, desde la Ciudad de México. También era el virreinato en el que más problemas causaban los revolucionarios liberales, en especial después de que llegaron a México las repercusiones de la revolución francesa. El gobierno, por su parte, atacaba a los francmasones.
Los focos revolucionarios de América del sur se extendieron a México. Así, en 1810 estalló una revuelta al mando de un sacerdote católico de origen criollo, Miguel Hidalgo, quien contaba con 57 años de edad y ya era calvo, y durante toda su vida se había dedicado al cuidado de los indígenas de su parroquia.
Combatía no solo por la independencia mexicana sino también por la justicia social. Acusaba a los ricos de oprimir a los pobres y exigía que se confiscaran sus riquezas; sostenía que parte de sus propiedades debería distribuirse entre los pobres y el resto quedar en manos del Estado. Para conducir a sus partidarios revolucionarios hacía flamear la bandera de nuestra señora de Guadalupe, la santa patrona de México, pero era francmasón.
El gobierno ordenó al general Calleja que reprimiera la revuelta. Ambas partes exhibieron un alto grado de salvajismo. Cuando Hidalgo capturó la ciudad de Guanajuato, mató a todos los criollos. Cuando Calleja la reconquistó, no quiso gastar munición en los hombres de Hidalgo, de modo que ordenó a los suyos que degollaran a los catorce mil prisioneros en la plaza central.
Después de 6 meses de lucha, las fuerzas gubernamentales capturaron a Hidalgo. Fue degradado de su condición de sacerdote y lo trasladaron a Chihuahua para torturarlo y ejecutarlo. Lo ataron a una silla y le vendaron los ojos. Los soldados abrieron fuego; la primera andanada le destrozó el otro brazo y le abrió las entrañas, pero seguía vivo.
Entonces los soldados le quitaron la venda; tenía los ojos llenos de lágrimas, lo que los perturbó de tal forma que tampoco pudieron matarlo con la tercera andanada. Entonces se acercaron a él, colocaron sus mosquetes contra su corazón y, finalmente, efectuaron el tiro de gracia.
La iglesia católica de ese entonces condenó a Hidalgo. La inquisición ordenó que se excomulgara a cualquiera que fuera visto con su retrato. La siguiente revuelta mexicana fue dirigida por otro sacerdote, José Morelos, que, a diferencia de Hidalgo, no era francmasón. Su ejército era más disciplinado que el de Hidalgo y no cometió atrocidades.
Twitter político:
Cada día se suman más organizaciones como R5 (Ruta cinco) o Avanzada Nacional a Claudia Sheinbaum y a Marcelo Ebrard, respectivamente, por ser los más fuertes aspirantes a suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador.
Desde San Luis de la Patria
POR ARQ. JUAN CARLOS MACHINENA MORALES
JCMACHINENA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
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MBL