El 15 de octubre de 1922 nació en Desio, pequeña comunidad cerca de Milán (Italia), un hombre peculiar que estaría llamado a transformar la vida de muchos a través del mundo. Creyentes y no creyentes, conservadores y liberales, han reconocido en la persona de Luigi Giussani, una provocación no sólo a la inteligencia, sino a la libertad.
Su madre, trabajadora textil, y su padre, simpatizante socialista, colaborarán a formar en Giussani una personalidad peculiar marcada por una profunda fe cristiana, y al mismo tiempo, por un carácter inconforme, siempre abierto a las preguntas y a los cuestionamientos.
En 1933, Giussani ingresa en el seminario, se apasiona por la poesía de Giacomo Leopardi y por el encuentro con la verdad y la belleza que aprende a reconocer ahí donde se encuentren. Al finalizar la segunda guerra mundial, es ordenado sacerdote. Diez años después, trabaja como capellán de la “Juventud estudiantil”, lugar dónde gradualmente descubrirá la necesidad de anunciar el cristianismo sin abstracciones, y de profundizar en los cuestionamientos que caracterizan al ser humano de todas las épocas.
Ya como profesor de la Universidad Católica de Milán, Giussani advertirá con pesar, cómo muchos de los jóvenes que lo habían acompañado durante años, quedan envueltos en el movimiento estudiantil de inspiración marxista hacia 1968. La liberación y todas sus exigencias de justicia son una necesidad de la vida humana. Sin embargo, los materialismos histórico y dialéctico no son la respuesta.
El corazón humano demanda algo más que ideología para encontrar plenitud y auténtica emancipación. Nuestro deseo más hondo reclama encuentro, compañía, comunión. Es la gratuidad absoluta de una Persona infinita que se hace experiencia, lo que constituye la esencia de una nueva forma de vivir, más comunitaria, más encarnada, y menos burguesa. Así nacerá bajo el nombre de “Comunión y liberación” (CL), un movimiento pluriforme que actualmente está presente en 60 países.
La existencia de CL no ha estado libre de controversias apasionantes. Un movimiento principalmente plural, en el que conviven diversas personalidades y compromisos sociales, es fuente de constante tensión y ocasión de continua purificación. Las crisis vividas en diversos escenarios han sido importantes momentos para retornar a lo esencial: redescubrir con paciencia y valentía que el cristianismo es “acontecimiento”, es decir, irrupción libre e imprevisible de una Presencia que cada uno está llamado a verificar en su verdad.
Ante más de 60 mil miembros de CL, el Papa Francisco afirmó el pasado sábado: “expreso mi agradecimiento personal por el bien que me ha hecho, como sacerdote, meditar sobre algunos libros de don Giussani”. (…) “Bien sabéis que unidad no significa uniformidad. No tengan miedo de las diferentes sensibilidades y confrontaciones en el camino del movimiento”.
En lo personal, no puedo más que agradecer que una fe no-moralista, no-reaccionaria, sea vivida en tan diversas culturas y ambientes. No puedo más que agradecer que también mi propia vida haya sido corregida e invitada – cada día, desde 1990 – a abandonar la esclavitud de la ideología y de la mezquindad, gracias a este carisma providencial.
POR RODRIGO GUERRA LÓPEZ
SECRETARIO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA
RODRIGOGUERRA@MAC.COM
MBL