COLUMNA INVITADA

Entre guacamayas y cash

Lamentablemente, el éxito en la comunicación política a la mexicana es que la única anécdota de borrachos que vale es la que hizo el otro y eso la hace memorable

OPINIÓN

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Óscar Sandoval / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

México es el país en el que los mitos se convierten en realidades y las realidades son tan inverosímiles que las vivimos como anécdotas de borrachos; lo grave es que hoy, en la política y el poder ya es lo mismo ser borracho que cantinero. 

Las consecuencias de la irresponsabilidad ciudadana, económico-empresarial, política y de función pública son inconmensurables, pero qué más da, si siempre habrá un nuevo escándalo que hará menos grave el anterior y nos ayude a justificar decisiones que van en contra de lo obvio. 

Lamentablemente, el éxito en la comunicación política a la mexicana es que la única anécdota de borrachos que vale es la que hizo el otro y eso la hace memorable. 

A esto se suma que la investidura presidencial ha sido usada al antojo de quienes nos han gobernado desde la alternancia en la presidencia de la República. 

Hasta el 2018 retar al poder, es decir, hacerlo en campaña, no era lo mismo que ejercerlo. Eso cambió con el estilo de gobernar del presidente López Obrador y se justifica en la corrupción “del pasado” y el “no somos iguales”.

Más allá de si funciona o no la militarización está claro que entre los políticos mexicanos no hay discurso que dure para siempre y sí justificación veleta que garantice seguir en el juego con los menos raspones posibles. No serán los primeros ni los últimos, pero si quienes con sus decisiones suman al regreso de un partido hegemónico.    

La oposición como borrachos y cantineros son el sol de la #4T. De hecho, debería de ofenderles que se les llame así, porque no se “oponen”, se “ponen” para obtener lo que quieren y después todos, en conjunto, declararnos sorprendidos por la popularidad del presidente López Obrador o creer que es exclusiva de las clases bajas, incluidos los cinco millones y medio de mexicanos que durante este sexenio han dejado de ser clase media (INEGI). 

Nada más falso. De acuerdo con la encuesta en vivienda levantada por De Las Heras Demotecnia en septiembre de este año, 71% de los mexicanos aprueba al presidente. Esa cifra se eleva en 6 puntos porcentuales entre quienes tienen entre 25 y 34 años. 

Hablando de mitos que se convierten en realidades no es menor que 67% de quienes tienen educación superior lo hagan. Y aquí va el dato que rompe el mito de que están con él solo los que reciben transferencias directas: 56% de quienes viven en zona residencial y acabados buenos de la casa lo aprueban. 

Hipócrita, sencillamente hipóctrita, es excluirse de palabra en las sobremesas, pero incluirse en el anonimato de una encuesta. Criticar mientras apruebas. Juzgar un trabajo que se define como periodístico sin haberlo leído. 

Estamos entrando al espacio en el que la evidencia muestra que entre las “guacamayas” y el “cash” los mexicanos elegimos seguir el juego de mitos y realidades. En ese espectro no es el poder presidencial el que nos engaña, somos nostoros los que elegimos se enreden en nuestro juicio y voto. Al final, el despecho no será de una, sino de todos, pero el mundo seguirá girando. 

POR ÓSCAR SANDOVAL SAENZ
CONSULTOR, SOCIO DE 27 PIVOT
OSANDOVALSAENZ@27PIVOT.COM
@OSANDOVALSAENZ

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