“Si a ella, con ese cuerpazo, la engañaron… imagínate a ti”. El mensaje se repite una y otra vez, inunda las redes sociales en forma de meme o como sentencia: infidelidad es destino.
Y es cíclico, lo mismo cuando estalla el escándalo de Shakira y Piqué o el de Behati Prinsloo y Adam Levine. Sus nombres —los de un drama privado— se vuelven trend topic, son usados sin medida para encarnar una confusión colectiva: ¿Cómo es que a una mujer tan perfecta como (inserta aquí el nombre de la famosa) también le pusieron el cuerno? ¡Todos los hombres son iguales!
El morbo se impone. La gente quiere saber con quién reemplazará a la novia o esposa para empezar a juzgarla de inmediato porque es más fea, menos gorda, seguramente más joven —la violencia estética se normaliza en la sobremesa— y como resultado quedan cientos de miles de productos culturales de consumo masivo que refuerzan los estereotipos y mandatos de género.
Noticia de última hora: la infidelidad no es responsabilidad de quien la sufre y somos mucho más que nuestra apariencia. Esta idea no vende portadas ni gana clics, mucho menos likes. Expresar esta noción tantas veces como un chisme de la farándula ayudaría a que las niñas y adolescentes supieran que hay hombres y mujeres diversos —no, no y no: el hombre no es polígamo por naturaleza—, el amor se da en el encuentro entre dos almas, no solo dos cuerpos —aunque vaya que esa parte también es agradable— y nadie tiene derecho a juzgarlas por su físico.
Otro punto, cuando menos, curioso: satanizamos a la mujer con la que el novio o esposo fue infiel. La culpa nunca es de él. Y a ellas, ni quien las mire si no es por lástima o para las comparaciones superficiales.
Desde algunas miradas feministas, insistimos en que la máxima del Derecho, la Psicología y el sentido común que aboga por el interés superior de las víctimas aplica igualmente en estos casos.
Ante una infidelidad, habrá efectos emocionales como la tristeza, el miedo, la vergüenza y el rencor: son normales. Es indispensable encontrar refugio en el amor propio y afianzar el autoconcepto.
Cuando Marcela Lagarde habla de nuestros cautiverios bajo figuras como las madresposas, nos señala un estereotipo del cual estamos invitadas a emanciparnos: no somos por nuestra relación con el hombre; somos por nuestro ejercicio de libertad con y hacia él… incluso si nos une un amor incondicional. Hoy, Día Mundial de la Salud Mental, es un buen momento para celebrar las posibilidades de Shakira, Behati y todas nosotras.
POR MARÍA ELENA GUEVARA ESPARZA
FUNDADORA DE OLA VIOLETA AC
@MAELENAESPARZA
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