Hace tiempo que en los medios de difusión colectiva y en las industrias culturales en general se ha normalizado el uso de la violencia verbal. No es un tema nuevo, pero sí comienzan a volverse visibles las consecuencias de un largo proceso de aceptación, de socialización y casi adoctrinamiento de quienes han estado al frete de los grandes medios de difusión masiva. La derecha sembró hace tiempo esas semillas y poco a poco comienza a cosechar frutos.
¿Y esto por qué es un asunto de todes? En la segunda vuelta de la iniciativa del PRI (sí, aunque se le atribuya a Morena) para ampliar el periodo del Ejército en las calles, la discusión en el Senado de la República llegó a niveles tan lamentables como alarmantes. Hubo quien se olvidó que esos espacios son los de mayor relevancia en términos de representación popular y se enfrascaron en una discusión absolutamente personal, donde por momentos parecía que ganaría quien ofendiera con mayor odio, quien fuera más soez y no necesariamente quien tuviera la razón.
Pero no hemos llegado a estas condiciones por generación espontánea, no. Tiene completa relación la oferta cultural, mediática y hasta artística de los por lo menos últimos 20 años. Durante mucho tiempo se pasó por normal y hasta “divertido” que un programa en cadena nacional tuviera como frase de mayor relevancia “que pase el desgraciado”. Se ha normalizado que las industrias culturales promuevan estereotipos de belleza, de color de piel, de vestimenta, de imposición de un género musical. Para casi nadie fue llamativo el éxito de un yutuber como Chumel Torres, que pretextando ser comediante ha promovido verdaderas campañas de odio y linchamiento para quien sencillamente no piense como él. Ahora, todo lo anterior pareciera cobrar más relevancia porque ha llegado al terreno de la política.
No son los primeros espectáculos o personajes estridentes de la política mexicana, hemos tenido a otres, la diferencia es que antes parecía una excepción y ahora parece una tendencia. El problema es que quienes están en los encargos de elección popular ya sea de mayoría o por representación proporcional no se representan a sí mismos y no pueden simplemente decir que sus expresiones se apegan a su personalísimo estilo.
Claro que hay una intención política al llamar “hienas” a quienes no coinciden con la senadora Téllez. La intención es la deshumanización de quienes asume son sus adversarios, porque desde su punto de vista es más aceptable atacar a una hiena que a un ser humano. La derecha intenta “poner de moda” la ofensa, como un ingrediente más de la receta que han usado en la región de las Américas para después justificar la violencia física, la izquierda o el sector progresista cometería un grave error al aceptar entrar a ese terreno (por momentos lo ha hecho injustificablemente) con tal de subir su rating. En los procesos de pacificación el lenguaje juega un papel central.
POR DANIEL SERRANO
LIDERAZGO POLÍTICO DE IZQUIERDA EN EL EDOMEX
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