COLUMNA INVITADA

Una aproximación a la mentira

Novak Djokovic, probablemente el mejor tenista de la historia, fue deportado esta semana de Australia tras una serie de actos que básicamente crearon una novela

OPINIÓN

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Martha Gutiérrez / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Novak Djokovic, probablemente el mejor tenista de la historia, fue deportado esta semana de Australia tras una serie de actos que básicamente crearon una novela, que terminó en una discusión mundial respecto a la elección de vacunarse o no y los impactos en la vida pública de estas conductas.

Djokovic, sus abogados y su padre eligieron la estrategia de victimización, exhibieron la violación al procedimiento por haber recibido la visa de entrada en un primer momento, el aislamiento por horas sin abogado, luego por días, y la opacidad y temeridad en la aplicación de las normas por agentes migratorios. En todo esto ganó, e incluso fomentó movilizaciones populares a través de su padre utilizando varios pretextos, discriminación, libertad, nacionalidad, etc. Casi le sale la jugada, ya que los jueces le dieron la razón, hasta que las autoridades encontraron un pequeño error en toda la narrativa: Djokovic mintió en el proceso. Afirmó hechos que contradecían las aplicaciones para la visa y que otras autoridades aportaron, razón suficiente para que posteriormente se le revocara la visa y fuera deportado.

Lo que llama la atención del caso, además de la terrible aproximación y aplicación de las leyes migratorias en el mundo, es la situación en la que una persona pública utiliza todo su poder y capacidad para salirse con la suya, aún en contra del espíritu y la esencia del mundo del tenis, y de la sociedad en general. La mentira como vehículo pega en el corazón de la organización social y atenta justamente contra los pilares de nuestra sociedad: la buena fe y la honestidad.

Clásicos como Mill o Hobbes ya tocaron ese tema, sin embargo es un asunto vigente, de discusión real, sobre todo en México, no por el asunto de Djokovic, sino por los efectos extremadamente negativos y peligrosos que la mentira causan a la sociedad. En Australia deportaron al famoso tenista por el riesgo de contagio de toda la población, en el mundo, la deshonestidad tiene un impacto fundamental en distintas áreas.

Por ejemplo en EE.UU las universidades toleran que los alumnos vivan su juventud y cometan excesos que van desde el consumo de estupefacientes, fiestas exageradas, hasta sexo en los pasillos, sin embargo la deshonestidad académica, no. Mentir a una autoridad es simple y sencillamente imperdonable. Bill Clinton puede dar testimonio de ello. Mentir a una autoridad es una de las causales más sancionadas, donde no existe siquiera garantía de audiencia. Plagiar, copiar, simular, mentir o robar intelectual o académicamente tiene la pena más alta.

En México y en general en Latinoamérica la aproximación histórica ha sido distinta. Es profundamente tolerada e incluso fomentada. La bandera de la honestidad y la corrupción, particularmente en este sexenio, es una muestra inmejorable.

Los ejemplos son claros: las casas de Manuel Bartlett, los escenarios de López Gatell sobre el COVID, la tolerancia a Salgado Macedonio sobre abusos sexuales, las contradicciones de Rocío Nahle, las mentiras diarias de Mario Delgado, e incluso las que públicamente se han documentado sobre el titular del Ejecutivo Federal en sus llamadas mañaneras. Así pudiéramos narrar una columna diaria durante un mes, documentando cada una de ellas. 

Además, no es un hecho aislado. En el sexenio pasado también fueron muchas, y en el antepasado, más. Increíblemente el sistema adoptaba una posición de tolerancia e incluso el morbo social lo enaltecía. Claro, en el camino a varios políticos y agentes sociales también les creaban mentiras (como que la desaparición  de los normalistas de Ayotzinapa fue un crimen de Estado), o los trataban como tal, cuando todo el sistema les jugaba en contra y no podían salirse de ese esquema.

La intención no es evidenciar quien dice más o menos mentiras, sino comprender que un sistema que normaliza estas conductas, es y será, un sistema minusválido, físicamente deficiente e incompleto.

México desafortunadamente desde hace tiempo camina en esa ruta y particularmente ahora nada estamos haciendo para revertirlo, y la oposición todavía es más irresponsable en esa materia. "Alito" Moreno con la amenaza de sancionar a funcionarios priístas por aceptar embajadas, es una mentira muy grande y dañina, porque México necesita buenos funcionarios, sobre todo eficaces, esa debería ser la discusión, no si son priístas al gusto de las élites o permitirle que sea él quién deba negociar (quién sabe qué).

Por ello la mentira es todo un tema, porque aunque parece sutil el asunto de Djokovic nos demostró que no lo es. La eliminación de la pobreza, terminar con la impunidad, vivir en un Estado efectivo de Derecho, que el pueblo decida, el supuesto respeto a los migrantes, el no racismo y clasismo (en contra los fifís o clase media), el respeto a la ley, el respeto a la autonomía de las universidades y organismos, terminar con la corrupción cuando esta se promueve desde el gobierno, entre otros.

A mi juicio la mentira más grande, es acerca de la capacidad y honestidad que el Presidente Andrés Manuel López Obrador insiste a diario de sus funcionarios para asumir las responsabilidades públicas del país. Eso, es lo más falso y dañino que ha hecho, por lo notoriamente ineptos y corruptos que resultaron ser.

Este, es el motor de nuestro camino más profundo al subdesarrollo y el fracaso, porque ni siquiera de mediocridad se le puede llamar a su gobierno y a su cacareada cuarta transformación.

Y no es pregunta.

POR MARTHA GUTIÉRREZ
ANALISTA EN COMUNICACIÓN POLÍTICA
@MARTHAGTZ

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