COLUMNA INVITADA

Momentos de definición

Se envía la señal a los inversionistas de que en este país no hay certeza ni oportunidades de largo plazo

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Editorial / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

López Obrador añora el pasado. Ese pasado en el que el presidente concentraba todo el poder, en el que el gobierno actuaba sin contrapeso alguno y el Estado intervenía y manejaba la economía a su antojo. Ese pasado que AMLO, con una visión histórica pobrísima, mira como glorioso y como la vía para generar desarrollo y prosperidad.  

Obrador olvida las desastrosas consecuencias de esa forma de gobernar. Tan solo en lo económico, los resultados del estatismo fueron devastadores: hiperinflación, devaluaciones y endeudamiento que terminaban pagando las familias más pobres; productos y servicios caros y deficientes prestados por empresas estatales monopólicas, que sólo servían para engrosar los bolsillos de unos cuantos funcionarios.

A México le costó tiempo y esfuerzo dejar atrás ese modelo, que generaba algunos beneficios de corto plazo, pero siempre desembocaba en crisis gigantescas. Como país, hace apenas unas tres décadas tomamos el camino de la apertura y la competencia de la mano de instituciones más profesionales y autónomas que dieran certeza y confianza a los mercados e inversionistas.

Faltaba mucho camino por recorrer, sin duda. Permanecieron vicios y malas prácticas que aún faltaba erradicar. Pero es innegable que la economía de mercado era mucho mejor que lo que había en el pasado. Este era el camino para transitar a las energías limpias, para modernizar nuestra industria y para atraer mayor inversión extranjera y desarrollo.

Pero AMLO se empeña en regresarnos al pasado.

Con la contra-reforma eléctrica que propone, ese proceso podría derrumbarse en un abrir y cerrar de ojos. Las consecuencias de la iniciativa ya se han expuesto por diversos expertos: costos mayores en la generación de electricidad qué, invariablemente, se trasladarán a los consumidores; daños al medio ambiente producto de una mayor utilización de plantas obsoletas; menor inversión y empleo, y por supuesto, una ola de demandas y arbitrajes internacionales.

Sin embargo, el efecto más grave es que se dinamita la modernización económica de México. Se envía la señal a los inversionistas de que en este país no hay certeza ni oportunidades de largo plazo. Perderemos la oportunidad de subirnos a la ola de las grandes transformaciones tecnológicas e industriales del mundo. Y abriremos puerta a una reeditada economía de la ineficiencia gubernamental. Porque no nos equivoquemos, esta reforma no nos regresa a los años previos a 2013, sino a los setenta.

No hay duda de que Morena, y sus partidos satélites como el “Verde” o el PT, acompañarán la propuesta. Sin embargo, para reformar la Constitución, sus votos no son suficientes y requerirán del voto de algunos legisladores de la oposición. El PAN, MC y el PRD ya se pronunciaron en contra de esta aberración con claridad. 
La gran pregunta, es que hará el PRI, ese mismo partido que inició el proceso de modernización económica en los ochenta y que aprobó la reforma energética del 2013 para abrir el sector.

Conozco al PRI, ahí milité por muchos años y fui legislador por sus siglas. Respeto y aprecio a muchos de sus legisladores; trabajé de la mano con varios de ellos y más aún, los considero mis amigos. Espero que no acompañen esta propuesta. Qué, incluso por encima de su dirigencia si a eso llega, voten en contra de la reforma eléctrica. Porque se trata de defender un legado de modernización, pero sobre todo, el futuro del país. Si fallan, el PRI perderá cualquier vigencia.

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE
COLABORADOR
@GUILLERMOLERDO

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