CAMPUS

¡Ódiame más! o ¡Cómo no te voy a querer!

El líder moral del morenismo ha sido muy exitoso en reforzar el sentimiento de que la política es una gesta, un encuentro deportivo, un partido de futbol

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Han pasado más de mil días. Periodo en el que se ha sembrado el encono y la división. Sin resultados palpables en el bolsillo o visibles en materia de seguridad, salud o combate a la corrupción, el Presidente se ha abocado a promover el odio con la determinación de un plusmarquista keniano.

En su cruzada transformadora no hay un espacio ni momento que perder. Si lo inhabilita el sindicalismo magisterial para rendir su perorata matutina, lo capitaliza para reforzar la idea de que lo que encabeza es una lucha histórica que no puede someterse.

El líder moral del morenismo ha sido muy exitoso en reforzar el sentimiento de que la política es una gesta, un encuentro deportivo, un partido de futbol.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha internalizado y promueve la máxima de que en política el apoyo de las bases tiene que ir acompañado por la inquina. Así el resentimiento de sus partidarios funge como amalgama transformadora.

El resurgimiento de la política identitaria divide, polariza y se refleja en la cultura, la religión, el origen étnico, la clase social, el género y ahora en el lenguaje.

Los partidarios del obradorismo han enarbolado la bandera del lenguaje inclusivo con la intención de visibilizar y fortalecer la presencia femenina en la esfera pública y fomentar una sociedad igualitaria desde el punto de vista de género. El despropósito lingüístico puede lograr el efecto contrario.

La filiación partidista se ha fusionado y ahora aglutina el cúmulo de identidades religiosas, ideológicas étnicas y de género. Los defensores del lenguaje inclusivo evidencian prejuicios ideológicos y comulgan con el ideario morenista: son antiempresa y anticapitalistas, privilegian la intervención estatal versus el libre mercado, son xenófobos y chauvinistas.

En Why we’re polarized, Ezra Klein argumenta que los grupos humanos compiten menos por recursos que por reconocimiento social, en un juego de suma cero, donde es preferible “ganar” en contra del otro equipo y encontrarse en un escenario adverso que perder y mejorar. El mecanismo es evolutivo y para sobrevivir nos hemos convertido en gregarios y sectarios.  El tribalismo es inherente a la condición humana.

La estrategia de dividir con base en prejuicios de clase y la intención de generar un enemigo que sirva de pegatina discursiva y herramienta de cohesión política es una estrategia electoral exitosa. Pero la intención de sembrar odio y división podría llevarnos a un punto sin retorno: la reconstrucción democrática y la restauración de instituciones liberales puede tomar décadas.

La oposición deberá bordar una narrativa alrededor de ideales liberales y alejarse de la política identitaria ya que los clivajes o divisiones que genera solo crean obstáculos para el diálogo. 

POR ALEJANDRO ECHEGARAY
POLITÓLOGO
@AECHEGARAY1

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