UNA CHAIRA EN EL HERALDO

Vámonos al Cuenqueño

El municipio de Alvarado, en Veracruz, es un lugar pintoresco de gente muy cálida y a veces hasta cándida, que vale la pena visitar

OPINIÓN

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Fernanda Tapia / Una chaira en El Heraldo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

¿Cómo están mis amigas y amigos de El Heraldo de México? Confieso, mea culpa, que el fin de semana pasado me eché una escapadita a Veracruz, donde junto con el equipo de Puro Barrio, fuimos amablemente invitados a la inauguración del Cuenqueño. No se trata de un “antro”, sino de un catamarancito bien chulo, que da servicio por el río Papaloapan. Precisamente esta es una iniciativa que nos invita a conocer más allá del famoso puerto.

¡Cuántas escapadas de fin de semana nos ha recibido con los brazos abiertos, con ese cafecito lechero, con esas picaditas tan sabrosas! Por supuesto que no le estoy hablando en doble sentido. Sería incapaz, al menos en este espacio. Y de hecho, le quiero contar que esta propuesta de hacer el paseo por el río, nos lleva como primer punto al municipio de Alvarado. Lugar pintoresco de gente muy cálida y a veces hasta cándida. Yo de malora me di a la tarea de buscar a alguien que tuviera el lenguaje más florido que su servidora. Ya me hacía casi, casi hija adoptiva del lugar, cuando, ¡oh desilusión!: me contaron que la tradición venía, sobre todo, del grupo de pescadores que le dieron vida a este lugar y que así se hablaban de confianzudos entre cayucos.

Pero ninguna mala palabra escuchamos nosotros, todo lo contrario. El zocalito es hermoso y de aromas invitantes que nos llevaron a tomar un almuerzo, cuando en realidad hacía apenas una hora que habíamos desayunado en el Puerto. De ahí nos dirigimos al malecón a zarpar en el Cuenqueño. Para llevar a cabo este proyecto se tuvieron que estudiar no sólo el impacto ambiental, sino hasta la navegabilidad de sus aguas. Ya con todo y el góber a bordo, empezó a sonar la música y empezaron a correr los bocadillos. Dulces como los besitos, empanadas de atún, empanadas de guayaba (tan típicas de estos lugares) o cevichito.

Para la tripulación eligieron algunos viejos lobos de mar, otros de río y unos bien guapotes recién entrenados.

Junto con Cuitláhuac García, nos pusimos a platicar con el capitán, quien tiene 42 años de experiencia navegando sólo en lagos y ríos, aunque paradójicamente también tiene que poseer su libreta de mar, que viene siendo algo así como la licencia para conducir, pero un navío como este.

Nos contaba que debe conocer perfectamente el Papaloapan, ya que hay lugares donde la profundidad alcanza los 26 metros, pero hay otros donde escasamente hay tres entre el barco y el lecho del río. Por eso se eligió este tipo de barco, que además recorre las mansas aguas de una forma tan suave, que es imposible marearse o sentir malestar alguno. Llegando a Tlacotalpan, el fandango se armó en cada pequeña plaza de ese lugar famoso por los colores de sus casas, su alegría, sus toritos, el arroz a la tumbada, el hogar de Agustín Lara y ahora este nuevo atractivo turístico.

El lugar será visita obligada ya no sólo los días de la Candelaria, sino cada que ustedes quieran hacer el recorrido con muchas paradas río arriba hasta llegar a Ototitlán.

POR FERNANDA TAPIA
DENUNCIAS@FERNANDATAPIA.COM 
@TAPIAFERNANDA

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