MOLTI DIVERSI

No sabemos nada

En medio de una de las crisis de salud que más ha afectado al mundo, los movimientos antivacunas regresan con fuerza e impiden que el virus tenga algún final

OPINIÓN

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María del Mar Barrientos / Molti Diversi/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Ya no sabemos en qué número de ola de contagios de COVID-19 vamos. Ni qué cepa es la que podemos contraer, ni siquiera cuándo esto se va a terminar o si algún día se acabará. La pandemia podría describirse con la frase “Yo sólo sé que no sabemos nada”, haciendo alusión a la famosa parábola de Sócrates. Lo que sí sabemos son dos cosas: hay que seguirnos cuidando y hay que vacunarnos.

Sin embargo, en medio de una de las crisis de salud que más ha afectado al mundo, es increíble pensar que los movimientos antivacunas siguen en pie. Pero, ¿cómo iniciaron? El primer antecedente se presentó en el siglo XIX cuando se le aplicó a la gente por primera vez la vacuna contra la viruela, y al presentarse efectos secundarios, se generó desconfianza. Después, en el año de 1998, a raíz de un artículo que escribió el investigador Andrewd Wakefield, en la revista The Lancet, en donde relacionaba a las vacunas con el autismo, fue cuando tomaron más fuerza. Y aunque tiempo después esta información fue absolutamente desmentida por varias investigaciones, lo cierto es que gracias a esta premisa comenzó este movimiento, que ahora regresa con más fuerza cuando se habla de la vacunación contra el COVID-19.

En 2010, la revista decidió eliminar este artículo de su contenido, aunque el daño ya estaba hecho, y miles de papás dejaron de vacunar a sus hijos, sobre todo en Estados Unidos y en Europa. Esta fue la causa por la que el sarampión, enfermedad que se había erradicado en América, volvió a tener presencia tiempo atrás.

Ahora, estos movimientos están en el ojo del huracán con todo este tema del COVID-19 de nunca acabar, y por supuesto que esto es “el cuento de nunca acabar” mientras hayan personas que no se vacunen, porque detener la propagación del virus exige no sólo la aplicación masiva y global de vacunas, sino también una gran campaña contra los movimientos antivacunas.

A diferencia de otras corrientes, ésta no es homogénea, lo que quiere decir que no se puede definir por un perfil específico, ni por nivel socioeconómico ni por género ni edad. El único rasgo en común es que les aterroriza que las vacunas provoquen efectos secundarios. Lo cierto es que ha habido miles de manifestaciones en el mundo de movimientos antivacunas, y mientras exista gente que no se vacune, el virus mutará, creando variantes y por consecuencia, será imposible erradicarlo por completo.

Independientemente de las creencias personales, esto es algo que nos afecta a todos, porque si algo nos ha enseñado la pandemia, es a crear una conciencia de comunidad en la que nuestros actos afectan directa o indirectamente al de al lado, y es por esto que hay que pensar que lo que hacemos puede tener repercusiones en otra persona. No sólo es contagiarnos, es hacerlo a más personas, no sólo es no vacunarnos, es que a través de esta negación, el virus seguirá expandiéndose.

Es por esto, que pareciera que la conciencia social, que habría traído la pandemia como consecuencia, es nula. No aprendimos nada y no concientizamos nada. Esto hace alusión a esta columna: "Yo sólo sé que no sabemos nada".

POR MARÍA DEL MAR BARRIENTOS
MARIMAR.BARRIENTOS@ELHERALDODEMEXICO.COM
@MARIMARBAT

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