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En México, no hay funcionarios honestos, pero afortunadamente contamos con marinos claridosos

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

En México, no hay funcionarios honestos, pero afortunadamente contamos con marinos claridosos. El Almirante Secretario José Rafael Ojeda, de manera inusual para el alto mando naval, además de engalanar las conferencias mañaneras con sus participaciones ha desvelado la función de utilidad de las instituciones castrenses.

En mayo pasado, declaró: “parece ser que el enemigo lo tenemos en el Poder Judicial”. Es sabido que las fuerzas armadas se han opuesto al nuevo Sistema de Justicia Penal Acusatorio ya que los criminales que presentan en su calidad de primeros respondientes salen como entran en una especie de puerta giratoria. Esto se debe en su mayoría a investigaciones deficientes, a la falta de pruebas contundentes y a la preparación de expedientes de baja calidad.

 En esta ocasión, el Almirante Ojeda inició la semana con la aseveración lapidaria de que no hay -en el país del obradorismo- burócratas honestos. La hibris que denotan sus declaraciones generaron alarma por inusuales no por inverosímiles. El papel del ejército ha cambiado. A pesar de que AMLO candidato reiteró en numerosas ocasiones que regresaría a sus cuarteles al personal castrense, como Presidente les ha asignado un rol preponderante en la administración estatal.

A la Marina y al ejército le han encomendado labores que históricamente habían sido gestionadas por agencias burocráticas conformadas por civiles y que van desde la construcción y administración aeroportuaria hasta la construcción de un sistema ferroviario, pasando por la vacunación, la rehabilitación de hospitales COVID y la gerencia portuaria y de la marina mercante. El obradorismo les ha abierto una gama inconcebible de negocios.

En dos años la SEDENA suscribió contratos por más de 25,000 millones de pesos para construir desde aeropuertos hasta sucursales bancarias. Además de su nuevo papel como el desarrollador principal de infraestructura, continúa cumpliendo con labores de seguridad pública y de seguridad nacional.

Esta lucha se enmarca en la peor crisis del ejército frente a Estados Unidos, originada por la detención del General Cienfuegos y la ola de violencia incontenible derivada de la estrategia obradorista que intenta administrar en lugar de combatir al crimen organizado. La estrategia de repartir abrazos, evitar balazos y administrar los bienes nacionales vulnera al ejército frente a los cárteles y pone en riesgo su viabilidad.

La estrategia de laissez faire frente a los grupos criminales ha generado una disminución en el aseguramiento de estupefacientes, en especial de la cocaína, en aproximadamente 40 por ciento.

La violencia no cede y evidencia el fracaso de las fuerzas armadas en la tarea de conservar para el Estado el monopolio de la violencia legítima. En su capacidad de administradores es imposible que salgan avante y bien librados de su encomienda como administradores del patrimonio nacional. El que mucho abarca poco aprieta.

La desconfianza de López Obrador frente al ejército se ha desvanecido, pero no así su intención de convertir al ejército en una entelequia desconocida desde que el General Joaquín Amaro lo refundó en aras de su profesionalización.

POR ALEJANDRO ECHEGARAY
POLITÓLOGO
@AECHEGARAY1

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