Hablar de feminismo en México se ha vuelto una charla compleja. Es un tema que se ha radicalizado entre las personas que están a favor y las que están en contra, no hay medias tintas. Pero en el feminismo también existen matices. Para esto tendremos que repasar un poco la historia del movimiento en nuestro país y sus rasgos propios. Veamos.
Gabriela Cano compara este movimiento con las olas del mar, puesto que existen momentos álgidos en torno al feminismo y cuando la marea es baja sigue siendo incesante, permanente. Así, la primera ola del feminismo mexicano comienza en los años finales del siglo XIX y llega a su concreción a principios del siglo XX con el Primer Congreso Feminista de 1916, en Yucatán y, aunque en este primer momento se priorizaron los derechos de las mujeres campesinas, el objetivo general fue el derecho al sufragio que se concretó hasta 1953.
En una segunda ola, se siguió con el ímpetu de las sufragistas, pero las demandas eran más amplias: despenalización del aborto, distribución del trabajo doméstico y el reconocimiento a su valor económico; combate a la violencia y al hostigamiento sexual en el trabajo y en el hogar, junto a exigencias más antiguas y tradicionales.
Esta segunda ola o neofeminismo tiene su principal impronta en 1968 y se rebusteció con mujeres con acceso a educación (superior), clases medias y provenientes de las urbes, donde se identificó que el malestar era compartido y que las promesas incumplidas eran motor de la causa.
La tercera ola se da en los 90, con la institucionalización del movimiento feminista como una fuerza política y democratizadora capaz de establecer interlocución con el Estado, teniendo como respuesta la creación del Instituto de la Mujer, en 1999, y a nivel nacional, el Instituto Nacional de la Mujer, en 2001, con el fin de la ampliación de las demandas, reducir las brechas de desigualdad con razón de género y eliminar todo tipo de discriminación. Debemos ser muy claras que falta mucho camino por recorrer. Mucho más cuando vivimos en un país donde rondan cifras de 10 asesinatos diarios por razón de género; donde todo tipo de violencias en contra de las mujeres “son el pan de cada día” (feminicidios, violaciones y trata de personas se incrementaron 7.1 por ciento, 30.5 por ciento y 47.5 por ciento, respectivamente, en los primeros cinco meses de 2021); donde las desigualdades salariales y laborales no ceden; un país donde el simple hecho de ser mujer es una desventaja tangible.
El movimiento feminista debe seguir con el constante oleaje que le ha caracterizado. Debemos hermanarnos al ritmo de las olas de sororidad, entender que la lucha nos concierne a todas. Tenemos muy claro que no daremos ni un paso atrás y que el progreso de este país será con nosotras o no será.
POR ADRIANA SARUR
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