La tercera ola de contagios en el mundo agudiza la emergencia sanitaria que vive la humanidad, de hecho, es toda una realidad. La mayor parte de los países sufren los estragos de las nuevas variantes del COVID-19 y nuevamente muchas son las restricciones que los gobiernos en el mundo entero tratan de llevar a cabo, con la finalidad de contener lo que pudiera traducirse en un colapso para sus sistemas de salud.
No hay economía que logre soportar los estragos de la contracción de los mercados internacionales y mucho menos, sociedad en el planeta que no este harta de este confinamiento.
El hartazgo por las restricciones impuestas por la crisis del coronavirus está en plena ebullición en varios países. El fin de semana que acaba de terminar, decenas de miles de personas se han manifestado en varios puntos del planeta contra las limitaciones que los gobiernos toman para intentar contener la pandemia, enconada en una nueva fase crítica por el crecimiento de la variante delta —hasta un 60% más contagiosa según varios expertos—. Las principales muestras de rechazo se produjeron en Francia e Italia, cuyos mandatarios han decidido penalizar a las personas que no se vacunen, impidiéndoles que accedan a bares, restaurantes, cines o teatros. De igual forma, miles de personas cansadas de las restricciones también se manifestaron en Sídney, la ciudad más poblada de Australia, un país que aplica confinamientos férreos en cuanto surge un brote. Esta tendencia se vivió de igual manera en Francia donde decenas de miles de personas salieron a las calles, el sábado en todo el país por segunda semana consecutiva a protestar contra el certificado sanitario, la nueva norma del gobierno de Emmanuel Macron que busca, a través de fuertes restricciones a la vida social, cultural y deportiva de todo el que no esté aún vacunado, forzar a la población aún reticente a inmunizarse contra la covid-19. En Italia la misma situación se reproduce.
Lo que es conveniente mencionar, es que estas muestras de hartazgo coinciden con un momento sensible en el devenir de la pandemia, por un lado, con la vacunación estancada en algunos países desarrollados y por otro, sin que termine de despegar en los que tienen menos recursos. Además, las nuevas variantes han cambiado una de las premisas de las estrategias de vacunación de las naciones: será necesario vacunar a más del 70% de la población, superar el 80% e incluso acercarse al 90% para llegar a la inmunidad de grupo. Lo que se antoja verdaderamente complicado en países cuya cobertura es sumamente inferior a lo que podría esperarse a estas alturas de la emergencia sanitaria. Será una tarea titánica pensar que la mayor parte de seres humanos puedan estar vacunados en el corto o mediano plazo al ritmo que actualmente se lleva a cabo esta tarea.
Aunado a ello, el número global de nuevos diagnósticos ha aumentado un 12% respecto a la semana pasada, según recoge el balance epidémico semanal de la Organización Mundial de la Salud. En resumen, el mundo entero se encuentra en una batalla histórica, entre la velocidad de propagación del virus en todas las comunidades del planeta y la aplicación de la vacuna en los mismos sitios. El problema es que millones de personas de todo el mundo, ya están hartas del confinamiento al que han sido sometidas y varias son las manifestaciones para expresar este descontento.
Hasta ahora, a nivel mundial, los nuevos casos crecieron a un ritmo de casi medio millón diario frente a los 400.000 de la semana que le antecedió. Y con el aumento de diagnósticos de coronavirus, las muertes repuntan: “Tras una disminución constante durante más de dos meses, el número de muertes semanales notificadas fue similar a la semana anterior, con casi 57.000 decesos notificados”, ha referido la OMS. En México el monitoreo de estos movimientos sociales no puede ignorarse o situarse en la ignominia, el riesgo de esta inacción sería un grave error que no sería inteligente experimentar en una situación de emergencia como la que se enfrenta. El gobierno debe despresurizar e implementar ciertas estrategias que ayuden a prevenir y disminuir de manera eficaz, cualquier indicador de descontento y/o movilización colectiva en favor del desorden o el caos. Es importante aprender de la experiencia internacional.
POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES
PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL DE ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
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