MALOS MODOS

Mare of Easttown

Kate Winslet tiene una coraza de melancolía cínica y mala uva alrededor de un corazón decente, es en serio propio de una actriz muy, pero muy buena

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Se habla de la nueva serie de Kate Winslet, “Mare of Easttown”, como de una revolución. ¿Será? Últimamente, todo, al parecer, es una revolución, al menos todo lo que alcance una razonable cuota de éxito. Luego resulta que no. Que la siguiente supuesta revolución, que no tarda ni un minuto en aparecer, borra a la previa con una facilidad sorprendente. Dicho esto, son muchos los méritos de Winslet y de la serie.

Los de Winslet son los de siempre: los que tienen que ver con su extraordinaria calidad como actriz. Convertida aquí en la “Mare” del título, una policía con sobrepeso, chelera, desmañada, malencarada como solo puede serlo quien carga con una tragedia familiar, se pone, efectivamente, en las antípodas de “Rose”, la aristocrática, amorosa, ingenua protagonista de “Titanic”.

Y vaya que lo hace virtuosamente: la sutileza con que proyecta la cantidad de matices y contrastes de “Mare”, una coraza de melancolía cínica y mala uva alrededor de un corazón decente, es en serio propio de una actriz muy, pero muy buena. No que deba sorprendernos. A Winslet ya la habíamos visto en un convincente acelere

neurótico en “Eterno” resplandor de una mente sin recuerdos o en la tristeza estresante de un matrimonio que agoniza, en “Revolutionary Road”. Pero es cierto que alcanzar semejante éxito, y me refiero a éxito mensurable, tangible, con un personaje tan difícil de digerir en todos los planos, bueno, tiene eso: mucho, pero mucho mérito.

Que es también el mérito de la serie en sí. “Mare of Easttown” es, en principio, una policiaca. El asesinato de una madre adolescente, antecedido por la desaparición de otra chica que tal vez o tal vez no esté conectada con este caso, detona una investigación en el entorno claustrofóbico, decadente, endogámico, de un pueblo grande o ciudad chica de Pensilvania.

Pero eso, la estructura policiaca, funciona extraordinariamente en este caso como recordatorio de que el género, al menos desde que lo patentaron personajes como “Dashiel Hamett” y “Raymond Chandler”, los padres fundadores de la novela negra, sirve para otras cosas. Concretamente, para retratar de manera adictiva una historia en realidad

terriblemente sórdida, deprimente, teñida de alcohol barato, desempleo y violencia, particularmente violencia sexual, como lo es la de esos Estados Unidos decadentes, de gloria industrial ya muy pasada, blancos, que, sí, nos recordaron que existían hace unos años, cuando Trump se hizo presidente.

Los Estados Unidos de esta Pensilvania, o del submundo red neck en “Hilbilly: una elegía rural”, muy buen libro de JD Vance y muy X película de Ron Howard, e incluso de las extraordinarias memorias de Bruce Springsteen, en Nueva Jersey

Así que ahí tienen: una serie como para olvidarse un rato de las elecciones, ya que hablamos de sordidez. ¿Revolución? Da igual.

POR JULIO PATÁN

JULIOPATAN0909@GMAIL.COM 

@JULIOPATAN09

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