COLUMNA INVITADA

Abrazos y más balazos

Los resultados hablan por sí mismos. El crimen no sólo no se contuvo, ha crecido como nunca

OPINIÓN

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Georgina Trujillo/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

En un análisis objetivo podemos afirmar que los mexicanos que le dieron su voto a Morena en 2018 no lo hicieron por estar en favor de un proyecto de gobierno, sino como una expresión de protesta ante la situación nacional de ese momento. Fue el reclamo a que se diera un golpe sobre la mesa y un cambio de rumbo en las políticas nacionales, entre las cuales una de las más sentidas era la del combate a la inseguridad. 

La frase de “Abrazos, no balazos” en su momento se acogió como una exigencia legítima para la pacificación del país, sumido en una guerra militarizada hace 15 años y que, hasta 2018, registraba más de 250 mil víctimas. 

Los resultados hablan por sí mismos. El crimen organizado no sólo no se contuvo, ha crecido como nunca. Más de 30 por ciento del país hoy es controlado por distintas organizaciones delictivas. La inseguridad ha trastocado nuestra democracia de formas nunca vistas. 

En otros tiempos se llegó a saber de organizaciones que operaban con autorización de algunos gobernantes. Hoy al revés: en la reciente elección se dieron más de 260 casos de candidatos que tuvieron que solicitar autorización por parte de las cabezas de la delincuencia para realizar sus campañas políticas, sin olvidar los 89 políticos asesinados, la mayoría opositores al gobierno en turno. 

“El narco operó para Morena”: es una acusación grave, muy grave, pero de la que hay evidencias y denuncias documentadas. Tal vez pueda ser circunstancial, pero no es casualidad que el mapa político de las victorias electorales de Morena en diversos estados se configuró de acuerdo al mapa de la delincuencia y sus zonas de operación. 

Robos de urnas, secuestros, chantajes y ejecuciones en plenos mítines. Un límite que no se había cruzado. Resultado directo de la filosofía de abrazos, amnistías de facto y en general, señales de advertencia que ya ni la CIA pasa desapercibidas. Uno esperaría que estas condiciones sean el resultado de una reducción drástica de las fuerzas de seguridad en las calles o en operativos de inteligencia, pero al contrario. El país nunca se había militarizado tanto.

Además del combate a la inseguridad, el Ejército está encargado de los proyectos más ambiciosos del gobierno y el Presidente —en franca contradicción a lo que por muchos años dijo— prepara una reforma a la Constitución para que la Guardia Nacional forme parte de la Secretaría de la Defensa Nacional. 

Dicho de otra forma, no sacó al ejército de las calles, formó una guardia nacional manejada por militares, la cual volverá a incorporar como parte de las fuerzas castrenses. Ni siquiera sus aliados en la Cámara están a favor de esta locura.

Vivimos la contradicción de ser un país que mientras más se militariza, menos combate la inseguridad. El Presidente hoy está a favor de los forajidos y también de los perseguidores, de alguna forma extraña supo hacer de los dos sus aliados. Mientras haya resultados electorales favorables, todo seguirá siendo abrazos, aunque para los ciudadanos haya más balazos. 

POR GINA TRUJILLO
COLABORADORA
@GINATRUJILLOZ

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