COLUMNA INVITADA

¿Los trapos sucios se lavan en casa?

En días recientes la farándula nos ha dicho que la violencia sexual ejercida contra niñas, niños y adolescentes “es un problema de familia”.

OPINIÓN

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Valeria González Ruiz / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Por un lado, es cierto: Según los resultados que arroja la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016, el 76% de las mujeres que dijeron haber sufrido violencia sexual antes de los 15 años reportaron que sus agresores eran familiares o conocidos. Solo el 24% reportó que se trataba de un desconocido. Así pues, dentro de esta estadística y considerando que en varios casos las mujeres fueron abusadas por más de una persona, el 43% lo ocupa el tío, el 33% un primo y el 18% un hermano.

Sin embargo, el hecho de que las personas agresoras en su mayoría se encuentran en la familia o cerca de ella no convierte a la violencia sexual ejercida contra niñas, niños y adolescentes un problema “de familia”; todo lo contrario, el primer error en el que caemos como sociedad es creer que se trata de temas que se deben de resolver en la esfera de lo privado.

¿Qué justicia podemos esperar para la víctima si el agresor es juez y parte?

Desgraciadamente, la violencia sexual infantil en muchas ocasiones se ejerce en un ambiente de complicidad, confianza “ciega”, coerción y/o dependencia económica que protege a la persona agresora y mantiene su agresión en secreto generación tras generación.

Entonces, ¿cómo debemos actuar ante sospecha o conocimiento de este tipo de violencia?

En primer lugar, se trata de un delito que debe ser denunciado ante las autoridades competentes para que el agresor sea sancionado y evitar que continúe ejerciendo violencia y/o violentando a más personas. A la par, se le debe brindar apoyo psicológico a la víctima para que pueda iniciar su proceso de reparación y entienda que ese acto o actos ejercidos en su contra no la definen.

La violencia sexual ejercida en contra de niñas, niños y adolescentes es un problema de orden público, que nos atañe a todas las personas. Debemos involucrarnos, asumir este problema como nuestro y exigir la intervención de las autoridades. No permitamos que el secreto familiar encubra agresores sexuales.

Si nuestra niñez está sufriendo de este tipo de violencia, si no les estamos protegiendo, en unos años toda la sociedad vivirá las secuelas de su omisión.

POR VALERIA GONZÁLEZ RUIZ
COORDINADORA DE VINCULACIÓN E INCIDENCIA EN POLÍTICAS PÚBLICAS DE EARLY INSTITUTEVGONZALEZ@EARLYINSTITUTE.ORG

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