Su mamá lo tuvo a los 16 años, era una alcohólica y fue criado por su abuela.
Daniel es originario de Ciudad Juárez, Chihuahua, tiene 21 años y desde los 13 comenzó a consumir drogas.
Inició con marihuana y píldoras hasta llegar al cristal, la segunda droga más consumida por los jóvenes en la frontera. Euforia primero y luego soledad, esas eran las sensaciones que el cristal le brindaban a Daniel y a las que se enganchó.
Proveniente de un hogar disfuncional, con madre alcohólica y su padre drogadicto. Como muchos chavos de su edad, fue testigo de la violencia de la que su madre era víctima, testigo del dolor y de la frustración que él causaba, salía a buscar todo aquello que el ayudara a olvidarlo.
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Su mamá lo tuvo a los 16 años, era una alcohólica y fue criado por su abuela. Con ayuda, su madre pudo dejar el alcohol, su papá aún sigue atrapado por él, pero luchando en un centro de rehabilitación.
Con 16 años, el resentimiento acercó a Daniel a consumir cristal, era entonces su mejor compañía. Con él, todo lo veía fácil, debajo del puente donde vivía, con completa suciedad y pobreza, era la mejor casa para él, de pronto era el más valiente, todo lo podía, todo lo quería.
El cristal lo evadía de su realidad, lo alejaba de la tristeza, y eso era lo que buscaba.
Después de intentar rehabilitarse en grupos de Alcohólicos Anónimos, fue ingresado y se mantuvo limpio, pero cada vez que salía, el cristal lo seguía siendo la mejor salida para sentirse bien.
Su madre lo anexó en un grupo de rehabilitación. Ahí, con ayuda, con el tiempo y con gente que le tendió la mano, Daniel logró rehabilitarse y encontrar lo que buscaba en el cristal, en su regreso a la escuela, en el trabajo, en su familia y en amigos.
POR LILIA AGUILAR
INTEGRANTE DE LA DIRIGENCIA DEL PT
@LILIAAGUILARMX
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